jueves, 14 de mayo de 2009

Da la sensación de que creen que es más fácil aplicar tratamientos psicológicos que farmacológicos - Entrevista a Antonio Capafons

El pasado 27 de noviembre de 2008 se presentaron en Madrid las Guías de Práctica Clínica del Sistema Nacional de Salud (SNS). El acto se realizó en el marco de la Jornada Científica "Apoyo a la toma de decisiones basadas en la evidencia. El desarrollo de Guías de Práctica Clínica en el Sistema Nacional de Salud".

Las Guías de Práctica Clínica (GPC), promovidas por la Agencia de Calidad del Sistema Nacional de Salud del Ministerio de Sanidad y Consumo, forman parte de una iniciativa que pretende homogeneizar las prácticas en todo el territorio español, con el objetivo de mejorar la excelencia de los tratamientos e intervenciones que se prestan dentro del Sistema Nacional de Salud.

Entre las guías que se dieron a conocer en esta jornada, se encuentra la Guía de Práctica Clínica para el Manejo de Pacientes con Trastornos de Ansiedad en Atención Primaria. Para profundizar en el tema y dar a conocer esta nueva herramienta, Infocop Online ha querido entrevistar a Antonio Capafons, psicólogo especialista en Psicología Clínica y profesor titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de Valencia.

ENTREVISTA

Precisamente la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN) reconoció hace unas semanas que estos pacientes requieren un abordaje psicosocial, ya que los tratamientos farmacológicos prescritos no suelen ser eficaces. ¿Cuál es la evidencia científica al respecto? ¿Qué tratamientos son los más eficaces para el abordaje de los problemas de ansiedad? ¿Considera que esta GPC ha recogido adecuadamente esta evidencia?

Creo que en lo sustantivo, la guía recoge bastante bien los principales resultados que se han encontrado en la investigación sobre los trastornos que incluye. Considera múltiples aspectos de las posibles aplicaciones, y creo que, básicamente, está lo que debe estar. Destaca la importancia de los tratamientos psicológicos, y de ellos, las terapias cognitivo-conductuales y el psicoanálisis interpersonal, ambos muy útiles para depresión y trastorno de ansiedad generalizada (TAG). Curiosamente, a pesar de que está excluida de las prestaciones sanitarias, aconsejan el uso del Entrenamiento Autógeno de Schultz para la relajación (por cierto, escribiendo el nombre del autor de manera incorrecta, como puede verse en las páginas 57, 58 y 63 de la guía), ya que este entrenamiento es una técnica de auto-hipnosis.

Quizá si hubieran consultado las guías que existen ya, tanto en castellano publicadas por revistas psicológicas como Psicothema o más recientemente Psicología Conductual, y por editoriales como Pirámide y Dykinson, más las publicadas en inglés y ya clásicas, como la de Nathan y Gorman, Roth y Fonagy, etc., las conclusiones hubieran sido más sólidas, enfatizando aún más la eficacia superior de la intervención psicológica sobre la médica. No obstante, es cierto que este aspecto se recoge bien en la guía, por lo que sorprende los pocos psicólogos que están en el grupo que la ha redactado.

Otra cuestión que necesitaría aclararse en la GPC es si las terapias cognitivo-conductuales son igual de eficaces aplicadas por un psicólogo clínico, por un psicólogo que ha recibido una formación en Psicología clínica y de la salud, o por cualquier otro profesional (que no sea psicólogo o psiquiatra), al que se entrena específicamente para estos temas. Ahí se echa en falta información científica suficiente y sólida que indique si se mantienen los mismos resultados, sin mermas importantes en la eficacia y eficiencia de la aplicación.

Los propios autores que han elaborado la Guía señalan como recomendación la aplicación de la terapia cognitivo-conductual para el manejo de la ansiedad en Atención Primaria, planteando algunas propuestas innovadoras como talleres grupales y técnicas cognitivas aplicables en los centros de salud, por "profesionales entrenados". ¿Qué opinión le merece esta iniciativa? De ponerse en práctica, ¿considera que un médico/enfermero "entrenado" puede sustituir la labor de un psicólogo?

Es sorprendente que en nuestro país exista la distinción entre psicólogo especialista en Psicología clínica y el que no lo es, e incluso que se diferencie entre los psicólogos que han accedido a este título a través del PIR y los que no, -con posibilidades y competencias diferentes, que se basan, supuestamente, en la mayor formación de quienes han cursado un PIR-, y sin embargo, tal y como señalan en este manual, se deje entrever que personal, que ni siquiera tiene titulación en Psicología o Psiquiatría, pueda aplicar procedimientos, que, en algunos casos, son realmente difíciles (como laexposición en vivo o la reestructuración cognitiva), recibiendo para ello sólo una formación específica (de la cual, por cierto, no se detalla nada en la guía).

Sorprende también que, teniendo en cuenta la mediana eficacia y poca preferencia que los pacientes tienen por la terapia farmacológica (y que recoge la propia guía), no se piense más en formar a psicólogos clínicos para que puedan recetar los fármacos recomendados bajo la supervisión de médicos de asistencia primaria. Da la sensación de que los autores de la guía creen que es más fácil aplicar procedimientos psicológicos que farmacológicos.

Otro tanto podría afirmarse respecto del diagnóstico, ya que se dan orientaciones precisas de cómo detectar y evaluar los trastornos referidos, de forma que, aparentemente, casi cualquier profesional sanitario puede establecer tales diagnósticos -por cierto, obviando escalas de ansiedad tan conocidas como el STAI de Spielberger, al que, sin embargo, recogen como instrumento útil para valorar cambios en alguna investigación, en la (véase página 58 de la guía)-.

Por ello, no acaba de entenderse que haya más distancia respecto a las competencias a la hora de aplicar tratamientos psicológicos a pacientes entre psicólogos especialistas en Psicología clínica y psicólogos que no lo son (pero que sí tienen una sólida formación en Psicología clínica y de la salud), que entre aquellos y los médicos de intervención primaria, enfermeros, etc.

Mi opinión es que un buen psicólogo clínico puede aplicar la medicación oportuna, con menos formación de la que un "no psicólogo o psiquiatra" necesita para aplicar los tratamientos psicológicos recomendados. Más aún, creo que con una ligera supervisión de un médico (para recetar fármacos) y la ayuda de personal de enfermería (como coterapeutas), el psicólogo clínico podría dar un tratamiento integral muy eficaz y eficiente a la mayoría de los pacientes con este tipo de trastornos, y no a la inversa, es decir, que personal sin formación en Psicología y supervisado por psicólogos especializados.


En contraste, el gobierno británico ha apostado claramente por la presencia de psicólogos en Atención Primaria para el abordaje de los trastornos de ansiedad y depresión a través de su ambicioso programa Improved Access to Psychological Therapies, por el que pretende extender la aplicación de tratamiento psicológico en este primer nivel asistencial. ¿Qué opinión le merece esta iniciativa?

Muy sensata y creo que más acorde con lo que dicta el sentido común, las competencias profesionales y los derechos del paciente de recibir la mejor intervención por un profesional especialmente cualificado para aplicarla.

¿Ha echado en falta, en el contenido de la Guía, algún aspecto de interés para el abordaje de este problema?

Nada excepcional. Como he dicho antes, quizá el apelar también a otras fuentes documentales, insistir en los posibles estudios que indiquen la bondad de que personal no especializado con algo de entrenamiento sea igual de eficaz que psicólogos especializados. Y no sólo eso, sino que ese personal "no psicólogo" no genere sin pretenderlo iatrogenia al aplicar inadecuadamente a trastornos, que no pensamos que caigan bajo sus competencias, procedimientos que parecen sencillos, pero no lo son, como la relajación o la auto-hipnosis.

También echo de menos el que no se mencionen algunas escalas y formas de diagnóstico habituales en la bibliografía para psicólogos (véase el manual de V. Caballo del 2005, por ejemplo), y que no incluyan para sus análisis más referencias en castellano sobre trastornos de ansiedad. Y poco más. La guía está bien realizada en términos generales, aunque con detalles que indican la poca presencia de psicólogos (nombres mal escritos, o las referencias que no cumplen normas American Psychological Association). El tema a considerar y analizar es, según mi opinión, el de la formación y el personal que aplicará las recomendaciones de la guía.

Para finalizar, ¿desea destacar algún otro aspecto en relación al tema que nos ocupa?

Sí, me pregunto qué pasa con los niños y adolescentes y por qué no incluyen, entre las asociaciones consultadas, a una de la importancia de la Sociedad Española para el Avance de la Psicología Clínica y de la Salud Siglo XXI, o al Consejo General de Colegios de Psicólogos, etc., entidades que podrán aportar una información y experiencia valiosísima para esta guía.

Radiografía del moobing en España – Presentación de un estudio epidemiológico

Uno de los principales problemas que se sufren en el contexto laboral es el acoso laboral o moobing. Recientemente, Iñaki Piñuel, doctor en Psicología y experto en el tema, ha presentado los datos de un estudio epidemiológico sobre el acoso laboral en España en un acto que se celebró en el Colegio Oficial de Enfermeras de Guipuzcoa, tal y como se recoge en el portal de Internet terra.es.

Según los resultados de dicho estudio, hasta un 9% de la población activa española sufre acoso laboral, lo que equivale a 2.000.000 millones de trabajadores en España. El moobing suele iniciarse de una forma apenas perceptible, puesto que suele caracterizarse por conductas de maltrato verbal o de malos modales. Sin embargo, cuando la persona es más consciente de ello, normalmente, se encuentra en un proceso de adaptación a la situación, lo cual es tremendamente negativo porque asociarse a problemas psicofisiológicos, como insomnio, cefaleas, taquicardia, experiencia de emociones negativas, como ira o ansiedad, o dificultades de concentración. Todo ello suele provocar el inicio de un patrón de petición de baja aboral intermitente, lo que en muchos casos deriva en la aparición de trastornos como el Síndrome del Burnout o el Trastorno de Estrés Postraumático.

En la mayoría de los casos, el acoso laboral suele producirse de un superior hacia un subordinado (70%). Tal y como especifica Piñuel, el perfil de este tipo de superiores se caracteriza normalmente por inseguridad, incompetencia e ineficacia, se siente amenazado por su subordinado y trata de defenderse de él a través del hostigamiento, agresividad verbal, etc. El segundo tipo de moobing más frecuente es el denominado maltrato horizontal (20%) o "entre iguales" y, en tercer lugar, el que se produce de los subordinados a los superiores o coalición de subordinados (10%).

Si se analizan los resultados por sectores, el más perjudicado es el de la Administración Pública, puesto que 20% de los funcionarios españoles reconoce sufrir maltrato laboral, seguido de los trabajadores de los medios de comunicación, servicios de asistencia u ONG´s (18%) y de los servicios sanitarios, siendo destacable la relevante incidencia entre los profesionales de la enfermería.

Una vez realizada la radiografía del acoso laboral en España, sin duda y tal y como defiende Iñaki Piñuel, lo importante es iniciar dos vías de actuación: (1) desarrollar protocolos "anti-acoso" para prevenir la aparición de este tipo de problemas, y (2) establecer cauces eficaces de gestión de quejas de maltrato laboral.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Valoración de la GPC para el manejo de pacientes con trastorno de ansiedad en atención primaria

En la línea de artículos que viene publicando Infocop Online estos días, en relación a las Guías de Práctica Clínica (GPC) del Sistema Nacional de Salud, en esta ocasión contamos con la colaboración de Antonio Cano Vindel, quien nos ofrece su valoración de la GPC para el Manejo de Pacientes con Trastorno de Ansiedad en Atención Primaria.

Antonio Cano Vindel es Catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y Presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). Como experto en este área, ha publicado más de cien trabajos científicos sobre ansiedad y temas relacionados, y además es Editor y Director de la revista científica Ansiedad y Estrés.

Valoración de la GPC para el Manejo de Pacientes con Trastorno de Ansiedad en Atención PrimariaAntonio Cano Vindel

1. Aspectos a destacar de esta guía:

Es para mí un placer hacer una labor de revisión sobre una Guía de Práctica Clínica (GPC) cuya intención es proporcionar a los profesionales del Sistema Nacional de Salud (SNS) una serie de recomendaciones prácticas basadas en la evidencia científica, con el fin de facilitar la correcta detección de los trastornos de ansiedad y favorecer la utilización de aquellos tratamientos que se ha demostrado son más efectivos.

Resulta encomiable el esfuerzo del SNS por generar estas GPC que resumen la investigación para los profesionales que atienden nuestra salud. Pero es una pena que en el grupo de trabajo de esta guía que comentamos, formado por trece personas, haya tan sólo una que es psicóloga clínica, o que entre las sociedades científicas que han asesorado en la elaboración de la guía no haya ni una sola sociedad científica de Psicología, cuando en este campo de los trastornos de ansiedad los mejores resultados terapéuticos se están obteniendo con técnicas psicológicas. Nada más contemplar este dato inevitablemente comenzamos a establecer hipótesis como: (1) no habrá muchas revistas de Psicología en las referencias; (2) no aparecerán muchos términos psicológicos en la bibliografía (por ejemplo, "psychology"); (3) no aparecerán autores tan relevantes en la clínica de los trastornos de ansiedad como Salkovskis (uno de los autores de la GPC para los trastornos de ansiedad, Clinical Guidelines and Evidence Review for Panic Disorder and Generalised Anxiety Disorder, del NICE, National Institute for Health and Clinical Excellence, UK, [McIntosh et al., 2004]), o Clark; (4) no se mencionará a Chambless ni al Grupo de Trabajo sobre Promoción y Diseminación de Tratamientos Psicológicos Eficaces (Task Force on Promotion and Dissemination of Psychological Procedures) de la APA; o (5) no se habrá revisado la base de datos de publicaciones científicas más importante de la Psicología, PsycINFO.

Desgraciadamente para esta GPC todas estas hipótesis se cumplen. Por otro lado, a nivel metodológico la descripción que se hace de los procedimientos de investigación que se han seguido no es tan detallada como debería, ni en la guía, ni en la página de Internet a la que remite donde se detalla la metodología (compárese con el Apéndice 17 de la Guía del NICE en la que se describen las palabras clave buscadas en las bases de datos). Hoy en día la comunidad científica tiene muy claro que cuanto más sistemáticas son las revisiones, hay menos sesgos en los resultados y resulta más fácil replicar ese estudio. Así, algunas recomendaciones de esta GPC que comentamos no coinciden en absoluto con las de la guía del NICE, y estas diferencias se deben sin duda a estos dos grandes fallos que acabamos de comentar: no se ha hecho una revisión de la literatura científica psicológica y, en general, no se ha hecho una revisión lo suficientemente sistemática. Recodemos el esfuerzo que se está haciendo en el Reino Unido por incluir los tratamientos psicológicos con apoyo empírico en la Atención Primaria de los trastornos de ansiedad y depresivos. La evidencia científica, así como la de costes-beneficios, así lo han aconsejado. Toda una experiencia que deberíamos estudiar a fondo en España.


Los resúmenes de los resultados de diversos estudios científicos incluidos en la GPC resultan muy informativos (a pesar de existir otros de gran relevancia que no se han incluido); la breve explicación de distintos instrumentos de evaluación resulta ilustrativa; el Anexo 4 (donde se incluye información para ser entregada por escrito al paciente) resulta práctico (pero es lamentable que se diga al paciente que los trastornos de ansiedad son una patología crónica para la que no existe un remedio total –esta conclusión es contraria a la evidencia científica en el tratamiento psicológico de los trastornos de ansiedad), así como la organización y claridad de la guía. Me parece muy acertado constatar que el paciente debe ser informado acerca de las distintas posibilidades de tratamiento y que su preferencia a la hora de elegir el tratamiento ha de ser tenida en cuenta.

2. Aspectos a mejorar:

Me gustaría comenzar señalando que, gracias a la investigación científica de los últimos años, la terapia cognitivo-conductual (TCC) ha demostrado ser el tratamiento de elección tanto para el trastorno de ansiedad generalizado (TAG) como para el trastorno de pánico (TP), o trastorno de angustia (TA) (Hofmann & Smits, 2008; Otto, Smits, & Reese, 2004; Stanley & Beck, 2000; Task Force on Promotion and Dissemination of Psychological Procedures, 1993; Yates, 2005).

Hay algunos desajustes o contradicciones entre diferentes partes de la guía que estamos analizando. Si en las páginas 61 y 64, donde se exponen los resultados de diversos ensayos clínicos aleatorizados (ECAs), se constata que existe evidencia (1+) para afirmar que: "La TCC revisada incluye psicoeducación, exposición a los síntomas o situaciones, reestructuración cognitiva y técnicas de respiración, de relajación y de manejo del pánico, con sesiones semanales, de 1 a 2 horas, en 4 meses de tratamiento", ¿por qué en el Resumen de las recomendaciones, al principio de la GPC (página 14), se recomienda otra información ("La TCC debe ser aplicada, como media, en unas 8-16 sesiones semanales de 1 a 2 horas.")?

El extremar las garantías metodológicas de las investigaciones para establecer la eficacia diferencial de los tratamientos psicológicos y/o farmacológicos se ha convertido en una necesidad y prioridad indiscutible. No existe evidencia empírica que apoye el uso de tratamiento farmacológico en los casos de TAG y TA a largo plazo; sí existe dicha evidencia a favor de la TCC (Hofmann & Smits, 2008; Kenardy, Robinson, & Dob, 2005; Nadiga, Hensley, & Uhlenhuth, 2003).

De la evidencia científica publicada en los últimos años se concluye que el tratamiento farmacológico puede resultar eficaz a corto plazo. Pero no debemos soslayar que presenta un número significativamente mayor de recaídas a largo plazo que la TCC (Margraf, Barlow, Clark, & Telch, 1993; Ost & Westling 1995; Telch et al., 1993).

No estoy de acuerdo en aplicar un tratamiento farmacológico como primera opción con pacientes diagnosticados con TAG y/o TA, pero si se diera el caso y no se produce una mejoría después de 12 semanas de tratamiento farmacológico, se debería recomendar la aplicación de otro tipo de tratamiento de eficacia demostrada (i.e., la TCC y no directamente probar con otro fármaco tal y como recomienda la GPC), ya que existen pruebas que sitúan, por su efecto más duradero, a la TCC en el primer lugar de los tratamientos (Barlow, 1997; Durham et al., 2004; Durham, Chambers, MacDonald, Power, & Major, 2003). En el caso concreto del tratamiento del TA, los estudios que han combinado la exposición con tratamiento farmacológico no son más efectivos que los que han aplicado TCC únicamente (para un meta-análisis véase Gould, Otto & Pollack, 1995).

Pero no basta con que un tratamiento sea efectivo, eficiente y eficaz; además de ello debe causar el menor número posible de tasas de abandono. Hoy en día sabemos que en los casos de TA, la farmacoterapia presenta tasas más elevadas de abandono que la TCC, ya sea por los efectos secundarios negativos de los medicamentos o por las atribuciones respecto de cada tratamiento que realizan los pacientes (Otto, Pollack, & Maki, 2000).

La GPC especifica que: "En la prescripción de los antidepresivos los pacientes deben ser informados de los objetivos terapéuticos, la duración del tratamiento, los posibles efectos secundarios y los riesgos de la interrupción brusca del tratamiento" (p. 15). Además de esto, y tal y como recomienda la guía Clinical Guidelines and Evidence Review for Panic Disorder and Generalised Anxiety Disorder de la National Institute for Clinical Excellence (NICE) del año 2004, se debería añadir un aviso en la primera tabla de la página 15 de la GPC acerca del posible aumento en los niveles de ansiedad al comenzar un tratamiento a base de antidepresivos, los inconvenientes de saltarse una dosis, el tiempo aproximado en hacer efecto el fármaco, así como la importancia de retirar la medicación de forma gradual durante un periodo de tiempo extendido (McIntosh et al., 2004). Se debería especificar, en el mismo lugar, la necesidad de entregar al paciente, por escrito y de forma inteligible y adaptada a su nivel cultural, toda esta información.

En la página 55 de la GPC se constata que en los casos de TAG "…sí hay evidencia de que la mayoría de los pacientes que han sido seguidos tras el tratamiento con TCC a largo plazo mantienen los beneficios de este tratamiento", sin embargo en las tablas y resúmenes de la GPC se recomienda el uso de tratamiento farmacológico. La recomendación de utilizar la TCC como tratamiento bien establecido y de primera elección debería quedar reflejada de forma clara y repetida a lo largo de la GPC.

De forma parecida a como se señala en la guía Clinical Guidelines and Evidence Review for Panic Disorder and Generalised Anxiety Disorder (McIntosh et al., 2004) se debería destacar en la GPC que no existe suficiente evidencia empírica que apoye las siguientes intervenciones en el TA:

Hipnosis
Terapia interpersonal
Terapia familiar breve
Programación neurolinguística
Solución de problemas
Relajación muscular progresiva
Psicoanálisis
Psicoterapia focal
Control y manejo del estrés
Terapia psicodinámica
Estimulación bilateral
Eye movement desensitisation and reprocessing (EMDR)
Por lo tanto, y basándonos en la evidencia, se debería eliminar la recomendación de aplicar técnicas de terapia interpersonal (e.g., en la Tabla "Técnicas psicológicas de aplicación en nuestro contexto de Atención Primaria para el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG)" de la página 13), terapias psicodinámicas, terapias centradas en el cliente, terapia familiar breve, counselling, etc. Si "[N]o hay estudios suficientes que hayan evaluado la efectividad de técnicas de intervención psicoterapéuticas distintas a la TCC, para el tratamiento del TAG" (véase p. 59 de la GPC), entonces ¿por qué se recomienda su uso en varios apartados de la GPC?

Existe una elevada respuesta de placebo ante la medicación en los estudios sobre tratamiento del TAG (McIntosh et al., 2004). A mi juicio, esta información debería incluirse en la GPC.

La evidencia empírica (Barlow, Gorman, Shear, & Woods, 2000; Barrowclough et al., 2001; Kenardy et al. 2005; Ladouceur et al., 2000; Öst, Thulin & Ramnero, 2004; Schmidt et al., 2000) demuestra que, tanto en los casos de TAG como de TP, se alcanzan mayores niveles de eficacia cuando se aplica un mínimo de 12 sesiones de TCC, de una hora a una hora y media de duración, llevadas a cabo de forma semanal, aproximadamente durante 3 - 4 meses (y no como dice la GPC "unas 10 sesiones en unos 6 meses", lo cual se traduce en cerca de un 60% menos del tiempo recomendado por la literatura científica).

Basándose en un solo estudio considero que no se debería afirmar que en los casos de TAG "[L]a TCC puede ser aplicada de manera individual o en grupo, ya que los efectos son similares, aunque el tratamiento individual conlleva menores tasas de abandono." (p. 13).

Recomiendo la inclusión de datos comparativos sobre los costes del tratamiento farmacológico vs. psicológico a corto y a largo plazo para que se pueda aportar esta información a los pacientes. Por ejemplo, de un meta-análisis realizado a partir de 91 investigaciones, se desprende que la aplicación de la TCC, tanto en los casos de TP como de depresión, supone un ahorro del 33% del coste final en comparación con los tratamientos farmacológicos (Hunsley, 2003).

Las benzodiacepinas, por sí solas, parecen tener efecto sólo a corto plazo en los casos de TAG y no se deberían prescribir durante más de 2 a 4 semanas (Laakmann et al., 1998). Su uso no está recomendado en los casos de TP (Rubio & López-Ibor, 2007); sin embargo, en la p. 17 de esta GPC hay una tabla titulada "Benzodiacepinas para el Trastorno de Angustia (TA)", en la que se recomienda la prescripción de estos fármacos (con una recomendación de tipo B, que implica un buen apoyo científico). En España se recetaron en el año 2007 la friolera de 43.527.860 millones de envases de tranquilizantes, con un gasto 113,48 millones de euros, según los datos de la receta médica oficial, que sólo cubrió el 69,03% del consumo de medicamentos, por lo que calculamos que el consumo real ha podido superar los 63 millones de envases en dicho año, con un gasto cercano a los 165 millones de euros.

Hay algunas frases que pueden conducir a confusión. Por ejemplo, la frase "La TCC debe ser aplicada, como media, en unas 8-16 sesiones semanales de 1 a 2 horas" (p. 14) debería modificarse por "La TCC debe ser aplicada, como media, en unas 8-16 sesiones, una vez por semana, de 1 a 2 horas", pues sino parece querer decir que se deben aplicar 8-16 sesiones cada semana.

Se debería constatar en la GPC que en el caso del TA, la TCC con y sin exposición es eficaz (McIntosh et al., 2004). Además, basándonos en algunos datos de la literatura científica (Salkovskis, Hackmann, Wells, Gelder, & Clark, 2007; Van Balkom et al., 1997), nos gustaría remarcar que la exposición en los casos de TP, es mucho más útil y eficaz después de varias sesiones de reestructuración cognitiva, por lo que se sugiere modificar la siguiente frase de la tabla "Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) para el Trastorno de Angustia (TA)" que dice (p. 14): "Se recomienda la aplicación de intervenciones cognitivo-conductuales en los centros de salud por profesionales entrenados, preferiblemente de manera individual, mediante exposición y reestructuración cognitiva", por ésta otra:

"Se recomienda la aplicación de intervenciones cognitivo-conductuales en los centros de salud por profesionales entrenados, preferiblemente de manera individual, mediante reestructuración cognitiva y posteriormente, aunque no necesariamente, de exposición".

Me gustaría saber en qué tipo de estudios se han basado los autores de esta guía para recomendar en la tabla "Técnicas psicológicas de aplicación en nuestro contexto de Atención Primaria para el Trastorno de Angustia (TA)" lo siguiente:

"Como técnicas psicológicas de posible aplicación en AP, para reducir la sintomatología ansiosa del TA, se recomiendan: técnicas de relajación, de exposición, de autocontrol, de entrenamiento en habilidades sociales, de autoinstrucciones, de entrenamiento en el manejo de la ansiedad, de distracción cognitiva y detención del pensamiento, de resolución de problemas, de reestructuración cognitiva y de terapia interpersonal". No hay evidencia científica para estas afirmaciones, ni la experiencia clínica, ni siquiera la razón, camina en ese sentido tampoco. Pensamos que se debería especificar a qué se refieren con técnicas de autocontrol. Por otro lado, ¿de qué le sirve a una persona que sufre de TA un entrenamiento en habilidades sociales? No tiene ninguna lógica. La detención del pensamiento, aplicada por sí sola, tampoco ha sido demostrada como una técnica eficaz.

Si en el año 2003 el Consejo Interterritorial del SNS creó el proyecto Guía-Salud con el objeto final de mejorar la toma de decisiones clínicas basadas en la evidencia científica no tiene sentido incluir como tratamiento psicológico eficaz para el TAG y el TA las psicoterapias psicodinámicas. Insisto de nuevo en retirar de la GPC la terapia interpersonal y sustituirla por algo tan básico y fundamental como la psicoeducación en el tratamiento del TA. En nuestra opinión, se debería incluir información sobre lo que son los sesgos atencionales (Schmidt, Lerew, & Trakowski, 1997) e interpretativos (e.g., Clark, 1986; Harvey, Richards, Dziadosz, & Swindell, 1993) y su papel a la hora de generar ataques de pánico (Williams, Watts, MacLeod, & Mathews, 1997), una explicación de lo que es la anticipación ansiosa, la catastrofización de los síntomas fisiológicos, la importancia de la distracción o la utilidad de la refocalización atencional, etc. Conceptos todos ellos básicos hoy en día en los modelos más recientes sobre estos trastornos.

La tabla "Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) en AP para la Crisis de Angustia" (p. 14), aunque las recomendaciones que hace se marcan como opiniones consensuadas por los autores, deberían basarse en los conocimientos científicos más actuales. Sólo se hacen recomendaciones conductuales cuando se ha demostrado, en multitud de estudios a lo largo de los últimos años, el papel tan importante que juegan los sesgos cognitivos (sesgos atencionales e interpretativos), la anticipación ansiosa, la catastrofización de los pensamientos y de las sensaciones fisiológicas, así como las conductas de seguridad en los ataques de pánico. Estos modelos cognitivos tienen apoyo empírico y fueron formulados algunos de ellos hace más de veinte años; sin embargo, no se menciona nada de esto en la GPC. Existen libros, basados en la evidencia científica, como el Mastery of your anxiety and panic: Therapist Guide de Barlow y Craske (2007), que podrían haber sido útiles a los autores, pero que ni siquiera se mencionan en la GPC. Otro craso error de la GPC es dar por hecho que todos los pacientes con TA hiperventilan cuando realmente, una tercera parte de los mismos no presentan síntomas respiratorios en sus ataques de pánico (Goodwin, Hamilton, Milne, & Pine, 2002) y en otros estos síntomas no tienen gran relavancia.

En el año 1993, un grupo de expertos de la División 12 de la American Psychological Association (dedicada a la Psicología Clínica), se reunió para elaborar el Informe de la Comisión sobre la Promoción y Difusión de Procedimientos Psicológicos (Task Force on Promotion and Dissemination of Psychological Procedures, 1993). Las personas que formaban este comité eran de diversa procedencia respecto a las escuelas psicológicas: psicodinámicos, interpersonales y cognitivo-conductuales. El objetivo no era otro que determinar la eficacia de los distintos tratamientos para los trastornos médicos y psicológicos para después elaborar guías de tratamiento o protocolos diseñados específicamente para los cuadros clínicos concretos (Chambless et al., 1996). Es, cuando menos, sorprendente que no se cite dicho informe en la GPC.

Según la Task Force (1993) de la APA, los únicos dos programas que cuentan con suficiente apoyo empírico como para ser considerados tratamientos bien establecidos para el TP son el Tratamiento del Control del Pánico (TCP) desarrollado por Barlow (Barlow & Craske, 2007) y la Terapia Cognitiva para el TP de Clark (Clark, 1986). Sería interesante resumir cualquiera de los dos programas protocolizados (son muy parecidos) de forma que se especifique de modo esquemático los siguientes puntos: psicoeducación (explicación didáctica de una información esencial sobre: la naturaleza de la respuesta de lucha/huida; por qué las sensaciones que experimenta el paciente son normales e inofensivas; los efectos producidos por la hiperventilación; cómo el miedo o la percepción de amenaza provocan un aumento de las respuestas de ansiedad, etc.); reestructuración cognitiva (identificación y modificación de los pensamientos catastrofistas respecto de las sensaciones fisiológicas –en el caso del pánico- y las cogniciones que subyacen a la ansiedad); entrenamiento en autoinstrucciones (diálogo interno del paciente); entrenamiento en relajación (relajación muscular progresiva de los principales músculos mediante ejercicios de tensión y relajación); exposición interoceptiva (se inducen sensaciones internas similares a las de un ataque de pánico con el objetivo de romper o debilitar la asociación entre las señales corporales específicas y las reacciones de pánico) y exposición gradual en vivo (afrontamiento gradual de las situaciones temidas, aquellas donde suelen ocurrir los ataques de pánico, con el objetivo de reducir el miedo), aunque no funciona en muchos casos porque no se generan verdaderas sensaciones de pánico; control de la respiración (para ayudar al paciente a relajarse y prevenir una posible hiperventilación); tareas para casa (experimentos conductuales, abandono de las "conductas de seguridad" para desconfirmar sus predicciones negativas, etc.).

En el mismo informe se constata que el tratamiento de elección para el TAG es la TCC (Butler, Fennell, Robson, & Gelder, 1991; Borkovec et al., 1987; Chambless & Gillis, 1993). Estos estudios tampoco se citan en la GPC.

Recomiendo la lectura de artículos como el de Capafons (2001), dentro de un número monográfico de la revista Psicothema sobre tratamientos eficaces, antes de afirmar frases como "Se recomienda la utilización de los antidepresivos como uno de los tratamientos farmacológicos de elección para el TAG" o "Cuando la respuesta a las dosis óptimas de uno de los ISRS es inadecuada o no son bien tolerados, debe cambiarse a otro ISRS. Si no hay ninguna mejoría después de 8-12 semanas, considerar la utilización de otro fármaco con diferente mecanismo de acción (ISRSN, ADT)" incluidas en la Tabla Antidepresivos para el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG).

Siendo los resultados equívocos en cuanto a la utilización de buspirona en casos de TAG (McIntosh et al., 2004), no estoy de acuerdo en recomendar su uso en el apartado de "Otros fármacos para el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG)." También se ha demostrado que los antipsicóticos no son eficaces en el tratamiento del TAG por lo que su recomendación debería ser eliminada de la misma tabla.

En la Tabla titulada "Antidepresivos para el Trastorno de Angustia (TA)", según algunos autores, se debería añadir "únicamente a corto plazo" a la frase "Se recomienda la utilización de los antidepresivos como uno de los tratamientos farmacológicos de elección para el TA" (Craske et al., 2005).

Una de los mayores errores de esta GPC desde un punto de vista científico es recomendar el uso de hierbas medicinales. Permítasenos una pequeña reflexión sobre las hierbas medicinales de la mano de un ejemplo bien conocido, el hypericum perforatum o hierba de San Juan que se recomienda para el tratamiento de diferentes trastornos, especialmente para la depresión, y como es sabido contiene 127 principios activos. Por supuesto, no hay estudios científicos que analicen las interferencias que se pueden producir entre tal cantidad de sustancias entre sí y a su vez con los fármacos que consume el paciente. Pero sabemos que ha habido múltiples de casos de interacción fatal entre el consumo de esta hierba y los fármacos médicos, con resultado de muerte. ¿Por qué recomendar un antidepresivo tricíclico (el principio activo de la hierba de San Juan contra la depresión) si está unido a otros 126 principios activos, cuyo efecto no está bien estudiado, cuando disponemos de mejores antidepresivos, más recientes (como los ISRS), que están aislados en una píldora (sin más principios activos), y cuyos efectos, principal y secundarios, sí se conocen. ¿Hierbas medicinales para el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) y el Trastorno de Angustia (TA)? ¿En qué estudio o información basada en la evidencia se apoyan los autores de la GPC para incluir la recomendación de valeriana, pasionaria, o ginkgo biloba y extracto de kava en esta guía? ¿Cómo se puede recomendar el extracto de kava, tras añadir que no es eficaz y que posee una alta hepatotoxicidad? ("no le va a curar su ansiedad, pero si quiere destrozarse el hígado…"). Creemos que todas estas recomendaciones deberían ser eliminadas.

Pensamos que se debería eliminar la afirmación "se recomienda el tratamiento combinado de TCC y diazepam o la TCC por sí sola,…" de la Tabla "Tratamiento combinado (TCC y medicación) para el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG)" pues no está basado en la evidencia científica.

A pesar de que algunos autores sugieren la combinación de tratamiento farmacológico y psicológico frente a la monoterapia en los trastornos de ansiedad (Ohaeri, 2006) o que algunos defienden que se obtienen los mismos resultados combinando farmacoterapia y TCC que aplicando TCC únicamente (Furukawa, Watanabe, & Churchill, 2006), se debería eliminar la afirmación "se recomienda la combinación de la TCC (técnicas de exposición y reestructuración cognitiva) y antidepresivos (tricíclicos e ISRS), de acuerdo a las preferencias del paciente" de la Tabla Tratamiento combinado (TCC y medicación) para el Trastorno de Angustia (TA) de la pág. 18, puesto que existe fuerte evidencia en contra de ello, tanto para el TAG como para el TA (Black, 2006; Otto, Smits, & Reese, 2005; Pull, 2007), y todo ello sin mencionar el coste innecesario añadido.

Para conceder un mayor apoyo a esta sugerencia, me gustaría mencionar los resultados encontrados por Schmidt, Wollaway-Bickel, Trakowski, Santiago, & Vasey (2002), quienes, a pesar de no contar con un grupo control, evaluaron los efectos de la retirada de la medicación antidepresiva (como tratamiento del TA y no de un posible trastorno del estado de ánimo) durante la aplicación de 12 sesiones de TCC, de dos horas de duración cada una. Se asignaron aleatoriamente a 13 de los 22 sujetos a la condición de retirada de la medicación; el resto continuó tomando las mismas dosis de antidepresivos hasta pasados los 6 meses de seguimiento. No se observaron efectos adversos en el primer grupo de pacientes, ni en el postratamiento ni a los 6 meses, ni siquiera diferencias significativas en cuanto al estado final de funcionamiento entre ambos grupos (75% y 80%, respectivamente). Todos estos datos concuerdan con los obtenidos por Kenardy et al. (2005), pues señalan que los efectos producidos por el TCC se mantienen tras un seguimiento de más de 6 años.

La literatura científica demuestra que la TCC confiere una gran ventaja frente a los tratamientos farmacológicos; es más eficaz y produce menos abandonos que los antidepresivos tricíclicos, los ISRS o las benzodiazepinas (Butler, Chapman, Forman, & Beck, 2006; Gould et al., 1995; Mitte, 2005b). No se ha podido demostrar la superioridad de ninguno de estos últimos frente al resto de fármacos (Mitte, 2005a). Sin embargo, sí se ha demostrado recientemente que el añadir 12 sesiones de TCC a un tratamiento farmacológico produce mejorías clínica y estadísticamente significativas, que de otro modo no se producirían a largo plazo (Craske et al., 2005).

Consideramos importante resaltar que a pesar de la mostrada superioridad de la TCC (Carter, Sbrocco, Kristie, Marin, & Lewis, 2003; Sharp, Power, Simpson, Swanson, & Anstee, 1997), es más probable que un paciente, sometido a un tratamiento combinado, atribuya las mejorías a los fármacos que al tratamiento psicológico aún cuando la literatura científica nos demuestra que los efectos beneficiosos de éstos son superiores a los de aquéllos (Brown & Barlow, 1995; Labrador, Echeburúa, & Becoña, 2000; Pérez-Alvarez y Fernández-Hermida, 2001). Esta última información debería estar disponible para cualquier profesional que lea la GPC. Hay pacientes que llevan años tomando benzodiacepinas, sin que remitan sus ataques de pánico (Rubio y López-Ibor, 2007); sin embargo, cuando inician un tratamiento con TCC dichos ataques desaparecen y el nivel de ansiedad va disminuyendo a lo largo del tiempo, pero muchos de estos pacientes no pueden dejar de tomar sus tranquilizantes por temor a recaer (como si hubiera sido su tranquilizante quien le hubiera salvado de los terribles ataques de pánico, cuando durante años no fue así). Muchos de ellos tienen serios problemas para abandonar el consumo de estos fármacos, incluso con dosis subclínicas (un cuarto de pastilla de una dosis mínima), lo que indica que no se trata sólo de un fenómeno químico. Está claro que este temor es irracional y que sustenta otro trastorno mental, la dependencia de benzodiacepinas. Esta dependencia lógicamente está en la base de ese consumo abusivo de tranquilizantes que se da en nuestro país.

La siguiente afirmación de la página 24 de la GPC se aleja considerablemente de la realidad: "De forma general los problemas de salud mental suelen ser atendidos inicialmente en las consultas de Atención Primaria, y en este nivel de atención se resuelve un importante número de las demandas generadas por estas patologías" (Fernández et al., 2006). Estamos de acuerdo con la primera parte de la frase, sí que es verdad que los problemas de salud mental llegan en primer lugar a Atención Primaria (AP) y que un alto porcentaje de los pacientes de AP demandan tratamiento para sus trastornos mentales, especialmente trastornos de ansiedad y trastornos del estado de ánimo (depresiones). Pero no estamos de acuerdo con la afirmación de que en ese nivel de atención se "resuelva" un importante número de demandas. Si el TA o TP se cura en unos meses, de acuerdo con la evidencia científica, ¿por qué hay un 1,7% de españoles con este trastorno y un 0,62% con agorafobia? (Haro el al., 2006). En las consultas de AP en España un 5,9% de varones y el 11,6% de las mujeres tiene un TA o TP (King et al., 2008). Además, muchos de ellos llevan años en tratamiento farmacológico. El seguimiento a largo plazo de los pacientes con TP tratados con fármacos indica una alta tasa de recaídas. En un estudio se encontró que el 61% presentaba al menos ataques de pánico ocasionales (Katschnig et al., 1995), mientras que en otro con un seguimiento a muy largo plazo se encontró que el 90% de los pacientes seguía consumiendo benzodiazepinas (Rubio y López-Ibor, 2007).

A pesar de la considerable incapacidad asociada a los trastornos de ansiedad y la disponibilidad de tratamientos eficaces, sólo unos pocos pacientes (entre el 15% y el 36%) con ansiedad son diagnosticados correctamente en los servicios de Atención Primaria (Kessler, Lloyd, Lewis, & Gray, 1999; Löwe et al., 2003).

Se debe revisar minuciosamente la información para el paciente incluida en el Anexo 4 de acuerdo con la información que se ha detallado hasta este punto. Quisiera resaltar que en la definición de crisis de angustia faltan síntomas como las parestesias o entumecimiento, molestias abdominales, la desrealización o despersonalización y los temblores. Es importante que los pacientes dispongan de la lista completa de 13 síntomas posibles de un ataque de pánico.

Por último, me gustaría saber por qué no se ha consultado PsycINFO, la base de datos bibliográfica de la APA. Ésta contiene referencias y resúmenes de artículos de revista, libros, tesis doctorales e informes de Psicología y otras disciplinas relacionadas como la medicina, psiquiatría, sociología, educación y farmacología, entre otras. Se han consultado otras bases de datos mucho menos importantes. La psiquiatría y la medicina no pueden vivir de espaldas al trabajo de investigación que realizan los psicólogos. En otros países no sucede así. Los psicólogos españoles especialistas en trastornos de ansiedad consideramos a Barlow un maestro y es psiquiatra.

3. Función del psicólogo y papel otorgado a los tratamientos psicológicos:

Resulta sorprendente que sólo se haya contado con la participación de un psicólogo clínico (y de un psicólogo de una asociación de ayuda a pacientes –que no es una sociedad de científicos- como revisor externo) para la elaboración de la GPC, cuando se ha demostrado que el tratamiento de elección tanto para el TAG como para el TP es la TCC (y no el tratamiento farmacológico).

4. Algún otro comentario de interés:

En nuestra opinión, la GPC necesita una urgente actualización y debe ser modificada en profundidad de modo que refleje, de forma fehaciente, los resultados encontrados en la literatura científica y la importancia y necesidad de aplicar, siempre en primer lugar, los tratamientos más eficaces y bien establecidos.

Es fundamental que quienes atienden a pacientes con trastornos de ansiedad como el TAG o TA, estén al día de los conocimientos científicos necesarios para hacer el diagnóstico correcto y aplicar el tratamiento más indicado. Si existen procedimientos terapéuticos de eficacia reconocida, como la TCC, no es admisible que se trate a quienes lo padecen con abordajes cuyos resultados son dudosos o no se mantienen a largo plazo.

5. Valoración general:

Ficha técnica de la guía de práctica clínica sobre manejo de pacientes con trastornos de ansiedad en atención primaria

Los trastornos de ansiedad son, junto con los trastornos del ánimo, los que más contribuyen a la morbi-mortalidad a través del sufrimiento que generan y los que mayor coste económico suponen. Además, los pacientes con trastornos de ansiedad suelen consultar de manera frecuente los servicios sanitarios, sobre todo, en el primer nivel de atención. Dado que los facultativos de Atención Primaria, de manera frecuente, deben resolver un importante número de demandas generadas por estas patologías, esta GPC pretende orientar a estos profesionales sanitarios, "por un lado, en el reconocimiento de los trastornos de ansiedad en pacientes adultos, y por otro lado, en la selección de recomendaciones basadas en la evidencia científica disponible sobre las intervenciones terapéuticas para el manejo de los pacientes adultos con aquellos trastornos de ansiedad que son abordables desde el punto de vista de Atención Primaria: el trastorno de ansiedad generalizada (TAG) y el trastorno de angustia (TA), con o sin agorafobia".

Por tanto, esta GPC no aborda directamente recomendaciones sobre trastornos de ansiedad que no sean el trastorno de ansiedad generalizada o el trastorno de angustia en población adulta. Así mismo, según expresan los autores, la GPC está dirigida a los profesionales sanitarios implicados en el manejo de los pacientes con trastornos de ansiedad y que trabajan en el ámbito de Atención Primaria (médicos, enfermeras, trabajadores sociales), así como a todos los pacientes que sufren estos trastornos de ansiedad y que acuden a este primer nivel asistencial.

La elaboración de esta GPC ha estado a cargo de la Unidad de Evaluación de Tecnologías Sanitarias de la Agencia Laín Entralgo (Comunidad de Madrid), que ha formado un grupo elaborador compuesto por 3 psiquiatras, 3 médicos, 3 enfermeras, 1 psicólogo, 1 sociólogo, 1 paciente, 1 trabajador social y 2 técnicos. Además, se ha contado como revisores externos con la participación de 5 personas más (entre ellas, otro psicólogo).

Los capítulos en los que se estructura la GPC sobre el Manejo de Pacientes con Trastornos de Ansiedad en Atención Primaria, en su versión completa, son los siguientes:

-------------------------------------------------------------------------------------
Presentación oficial
Autoría y colaboraciones
Preguntas para responder
Resumen de las recomendaciones
1. Introducción

2. Alcance y objetivos

3. Metodología

4. Definición, manifestaciones clínicas y clasificaciones

4.1. Ansiedad normal y patológica

4.2. Clasificaciones

5. Diagnóstico de la ansiedad

5.1. Criterios diagnósticos

5.2. Entrevista semiestructurada

5.3. Uso de escalas

5.4. Algoritmo diagnóstico

6. Tratamiento de la ansiedad

6.1. Tratamiento psicológico

6.2. Técnicas psicológicas de aplicación posible en nuestro ámbito de Atención Primaria

6.3. Tratamiento farmacológico

6.4. Tratamiento combinado: terapias psicológica y farmacológica

6.5. Otros tratamientos

7. Información/comunicación al paciente

8. Estrategias diagnósticas y terapéuticas

8.1 Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG)

8.2. Trastorno de Angustia (TA)

8.3. Crisis de Pánico

9. Difusión e implementación

10. Recomendaciones de investigación futura

Anexos
Listado completo de tablas y figuras
Bibliografía
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Además de la versión completa, y al igual que otras GPC, existe una versión resumida de la GPC, de menor extensión y con los principales anexos de la GPC completa, una guía rápida con las recomendaciones y algoritmos principales (herramientas de consulta rápida) y un folleto informativo para pacientes. Este manual para pacientes aborda los siguientes puntos: ¿qué es la ansiedad?; ¿cuáles son los factores que influyen en la ansiedad?; ¿cómo se hace el diagnóstico?; ¿qué tipo de trastornos de ansiedad hay?; ¿cuáles son las opciones de tratamiento?; ¿cuál es la evolución de la ansiedad y la angustia?; ¿qué debo tener en cuenta cuando visite mi centro de salud?; ¿cómo puedo manejar mi ansiedad para que evolucione favorablemente?; ¿cómo pueden ayudarme la familia y los amigos?, y ¿dónde puedo aprender más sobre la ansiedad?.

Todos estos documentos se pueden descargar de manera gratuita en el siguiente enlace: http://www.guiasalud.es/egpc/ansiedad/index.html.

martes, 12 de mayo de 2009

Una guía debe recoger la mejor evidencia, sin voluntarismos y sin sesgos- Entrevista a Carmelo Vázquez

Hace unos meses el Ministerio de Sanidad y Consumo presentó en Madrid las nuevas Guías de Práctica Clínica del Sistema Nacional de Salud (SNS). El acto se realizó en el marco de la Jornada Científica "Apoyo a la toma de decisiones basadas en la evidencia".

Estas herramientas pretenden servir como manuales de referencia para ayudar tanto a los profesionales sanitarios como a los propios pacientes en la toma de decisiones, recopilando las recomendaciones y opciones de intervención más apropiadas y mejor avaladas por la evidencia científica.

El objetivo final que se persigue con estas Guías de Práctica Clínica (GPC), promovidas por la Agencia de Calidad, es homogeneizar las prácticas sanitarias en todo el territorio español, con el objetivo de mejorar la excelencia de los tratamientos e intervenciones que se prestan dentro del SNS a todos los ciudadanos.

Entre las guías que se dieron a conocer en esta jornada, se encuentra la Guía de Práctica Clínica sobre el Manejo de la Depresión Mayor en el Adulto. Para profundizar en el tema y dar a conocer esta nueva herramienta, Infocop Online ha querido entrevistar a Carmelo Vázquez, catedrático de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, que ha colaborado como revisor externo con el grupo de trabajo de elaboración de esta GPC.

ENTREVISTA


La depresión es un problema grave de salud, con consecuencias muy negativas tanto para la propia persona que lo padece, como para el sistema sanitario (importante carga económica en antidepresivos y pérdida de días laborales por incapacidad). Según se señala en la GPC, los profesionales que trabajan en el sistema sanitario se enfrentan a dos principales dificultades para el manejo adecuado de este problema: el infradiagnóstico y la implementación de tratamientos eficaces (ya que la evidencia muestra que el 38% de los pacientes con depresión no responden al tratamiento farmacológico y el 54% de los pacientes no muestran remisión de síntomas). ¿Qué implicaciones tienen estos datos para la Psicología? ¿Qué soluciones pueden aportar los psicólogos a estos problemas?

El infradiagnóstico es un tema importante pero que igualmente ha de ser tratado con cautela pues podemos "psicopatologizar" o "psiquiatrizar" innecesariamente a las personas. Este es un viejo debate que, en parte, se ha visto alentado por la voracidad de la industria farmacéutica en su intento de ampliar y captar mercados, y la tan abrumadora como innecesaria medicalización de los problemas psicológicos.

El mensaje que se nos suele dar es que hay un infradiagnóstico y, como corolario de esa afirmación, que son los médicos de AP quienes deben asumir esa responsabilidad pues son el primer filtro diagnóstico en el sistema de salud. La cuestión que se deriva de esto es que si los médicos generalistas o de familia han de tratar las depresiones, entonces los instrumentos y formación con la que cuentan es muy limitada: básicamente, fármacos y escaso tiempo para tratar a sus pacientes. Esto puede convertirse en un modelo perverso si no se introducen otros mecanismos de actuación.

El problema de la depresión no es tanto la eficacia de los tratamientos (semejante al finalizar la terapias como muestran muchos metaanálisis), sino la efectividad en mejorar realmente la vida de la gente y prevenir recaídas. En este sentido, las revisiones de estudios efectuadas recientemente (por Paykel, por ejemplo), demuestran que las terapias psicológicas, y en especial las terapias cognitivo conductuales, reducen recaídas y recurrencias de la depresión. Es en este terreno en donde las terapias tendrán que dirimir finalmente sus pugnas sobre la eficacia.

Por otro lado, muchos pacientes no sólo no responden bien a terapias (o abandonan tratamientos) sino que en un porcentaje alto de pacientes, que teóricamente han "respondido al tratamiento", quedan lo que eufemísticamente se llama "síntomas residuales". Bajo este término se esconde gente que no acaba de mejorar, que tiene vidas aún limitadas, y que no ha recuperado cosas tan esenciales para una buena vida como la ilusión, la motivación, o la sensación de que uno crece vitalmente. La Psicología tiene un papel de enorme importancia, pues lo que los pacientes desean, como ha demostrado un reciente estudio de Zimmeman en el American Journal of Psychiatry, no es tanto reducir síntomas sino vivir mejor.

A la luz de la evidencia científica, ¿qué papel juegan actualmente la Psicología y los tratamientos psicológicos en el manejo de la depresión? ¿Considera que en la GPC han quedado reflejadas estas cuestiones?

La GPC es en realidad una guía que surge a imagen de otras guías semejantes y tiene un énfasis grande, a mi modo de ver, en tratamientos farmacológicos. Por eso es necesario contextualizar el significado y alcance de la misma. En la guía, por ejemplo, se contemplan "tratamientos eficaces" pero no "técnicas eficaces", sobre lo que hace no mucho efectuamos una revisión, ni tampoco se incluyen nuevos tratamientos prometedores (p.ej.: mindfulness o terapias de intervención positiva) que requieren aún muchos más ensayos controlados para poder determinar su verdadera utilidad.

Tampoco se hace una crítica seria (aunque no es ese su papel, probablemente), al hecho de que el efecto placebo tiene un peso muy grande en la determinación del efecto de los fármacos antidepresivos -recordemos el revuelo que causó el metaanálisis de Irving Kirsch en 2008, que incluso llegó a los medios de comunicación, demostrando que los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina tienen un efecto no mucho mayor estadísticamente que los placebos-.

Es decir, el abanico y posibilidades de intervención son seguramente mayores, pero una guía, en mi opinión, no es ni un manual ni un compendio exhaustivo sino que, en el mejor de los casos, debe recoger la mejor evidencia comparada disponible, sin voluntarismos y sin sesgos de intereses profesionales aunque, naturalmente, es muy difícil zafarse de ellos.

La GPC sobre Manejo de la Depresión Mayor en el Adulto, se incluye dentro de los objetivos del Plan de Calidad para apoyar la toma de decisiones basadas en la evidencia científica en el Sistema Nacional de Salud. Para elaborar esta GPC se ha contado con la participación de un equipo multidisciplinar compuesto por médicos, enfermeros, psiquiatras, trabajadores sociales, etc. ¿Considera, no obstante, que en el equipo de elaboración de esta GPC están adecuadamente representados los profesionales de la Psicología?

No sé si hay una representación adecuada. El problema de fondo es la baja participación de psicólogos en el Sistema Nacional de Salud (SNS) y eso no permite tener posiciones tan visibles y relevantes como creemos que deberíamos tener. Pero es un paso importante que en guías de esta naturaleza tengamos la máxima representación y que, al menos, se puedan corregir sesgos de calado. Recordemos que no es una guía de, o para, psicólogos. Se trata de una guía de consensos sobre un modelo de partida en el que los médicos tienen una participación abrumadoramente mayoritaria en el diagnóstico y tratamiento de problemas como la depresión. Esa es la realidad.

Algunas de las anteriores GPC editadas han sido criticadas por un escaso rigor metodológico en la elaboración y por una deficiente aplicabilidad de las recomendaciones a la práctica clínica. ¿Considera que esta nueva guía subsana estas limitaciones?

Desconozco esas críticas. Seguramente hay aspectos mejorables y, desde luego, no se trata de un vademécum de terapias o técnicas eficaces disponibles. El panorama es, sin duda, mucho más complejo y rico. Pero se requieren más ensayos clínicos controlados y más investigación sobre eficacia de tratamientos para poder tener posiciones de fuerza, avaladas por datos, que nos permitan una situación comparativamente mejor en la elaboración de futuros protocolos de actuación. Y, sin duda, estamos preparados, como profesión, para afrontar esa responsabilidad.

A la hora de implementar las recomendaciones, sobre todo, los tratamientos psicológicos, ¿se han contemplado los posibles obstáculos o necesidades para su puesta en marcha? Desde su punto de vista, ¿las funciones del psicólogo han quedado bien definidas?

Insisto en que probablemente no es el objetivo de una guía como ésta. Una de las cuestiones que particularmente me preocupa, es que el sistema público debe ser ecuánime respecto a la información que se da a los ciudadanos. Si hay tratamientos igualmente eficaces, esto debe reconocerse. Hace unos quince años, se publicaron en EEUU las guías para el tratamiento de la depresión en Atención Primaria (AHCPR: Depression in Primary Care Guidelines) y fueron fuertemente contestadas por Ricardo Muñoz, Steve Hollon, y otros relevantes psicólogos, en un conocido artículo en American Psychologist, por no ofrecer en igualdad de condiciones toda la información disponible sobre la eficacia de las terapias psicológicas. Estaban cargados de razón pues se trataba de un organismo oficial y no de un folleto de unos laboratorios.
Éste es un riesgo aún existente y no del todo resuelto. Uno de mis empeños en los textos de la guía ha sido poner de manifiesto que las terapias psicológicas (como la cognitiva y cognitivo-conductual, fundamentalmente) han demostrado reiteradamente ser al menos tan efectivas como las farmacológicas. Y, por cierto, uno de los sesgos iniciales de la guía, sutil pero perverso, era exponer implícitamente que el tratamiento de elección es el farmacológico, por defecto, y si el paciente no mejora, entonces se puede recurrir a terapias psicológicas añadidas.

Creo que esto se fue corrigiendo en su redacción y al final mejoró sobre borradores previos. Puede que desde el punto de vista del funcionamiento real de los servicios de AP en España, y en la práctica totalidad de los países, esta prelación de lo farmacológico sobre lo psicológico sea así. Pero no responde a evidencias científicas sino a situaciones puramente profesionales: si hubiese equipos de Psicología en Atención Primaria (AP), no habría razones para que éste fuese el protocolo por defecto. Incluso hay datos, publicados en revistas de psiquiatría norteamericanas, por cierto, que demuestran que la asistencia psicológica en AP es a medio y largo plazo más eficaz en términos económicos que la puramente farmacológica.

La depresión es un problema de salud que presenta una elevada prevalencia (10,5%). Además, la OMS establece que para el año 2020 la depresión será la segunda causa de discapacidad en el mundo. Estos datos subrayan la necesidad de una atención adecuada y urgente de la depresión por parte de la administración pública. ¿Considera que el abordaje de este problema cuenta con un soporte asistencial suficiente en nuestro país? ¿Qué mejoras serían necesarias?

Me parece bien que se aborde el tema de la prevención aunque con unas ciertas cautelas sobre esta supuesta "epidemia". Las cifras son efectivamente muy alarmantes aunque, no obstante, hay que ser muy cautos ante los datos epidemiológicos. Cuando además de los síntomas se evalúan de modo más fino las limitaciones reales que esos síntomas comportan, las cifras de personas realmente afectadas pueden reducirse incluso a la mitad. Hay estudios epidemiológicos que demuestran que es necesario poner estos filtros para no generar alarmas innecesarias que, obviamente, pueden interesar a determinados sectores profesionales.

En todo caso, se requiere que los ciudadanos dispongan de información y, sobre todo, de acceso a tratamientos que vayan dirigidos directamente a resolver problemas concretos de sus vidas y, más aún, a mejorar sus vidas. Esto es una asignatura todavía pendiente de la Psicología, pues aunque esa orientación está mucho más marcada que en la intervención médica y psiquiátrica, creo que hay que acentuarlas aún más desarrollando programas en los que la recuperación se valore no sólo mediante la reducción de síntomas y problemas (lo que no está nada mal) sino, además, con criterios reales de calidad de vida.

Como tendrá conocimiento, en el Reino Unido está teniendo lugar una importante reforma en el Sistema Nacional de Salud, gracias a la cual más de 3.600 psicólogos van a ser incorporados en los próximos 3 años en los servicios de Atención Primaria para poder atender a los pacientes aquejados de problemas de ansiedad y depresión. ¿Considera esta propuesta un buen ejemplo a seguir? ¿Cree que es posible que en España se pueda implementar este tipo de soluciones?

Es un ejemplo estupendo, aunque es verdad que el sistema sanitario en el Reino Unido tenía algunas deficiencias estructurales importantes.

Creo que en España eso será posible aunque ha de ir vinculado a un desarrollo más vigoroso, selectivo y científico de la Psicología clínica. La formación de tantos estudiantes es insostenible para una universidad de calidad. Pero parece que esto no es una preocupación generalizada, ni siquiera en los ámbitos universitarios. Debemos procurar sistemas que preparen bien a los estudiantes para la acción clínica y esto, desgraciadamente, es bastante excepcional.

¿Qué aspectos quedan aún por resolver y considera, como experto, que deben abordarse en futuras actualizaciones de esta GPC?

Me gustaría una representación, en la que los psicólogos podamos tener mayor peso, naturalmente. Pero además de recurrir a estas guías, quizás no habría que lamentarse tanto y las propias organizaciones profesionales y académicas de Psicología podrían elaborar sus propias guías (es un tema espinoso pero que, sin duda, se habrá de abordar), sin esperar a que organismos históricamente vinculados a otros sectores profesionales constituyan el único instrumento visible.

Otro problema, si se quiere más conceptual, con las guías, es que se derivan de un modo de hacer investigación un tanto limitado. Como decía anteriormente, la inmensa mayoría de los estudios sobre eficacia de la depresión se basan en la reducción de síntomas en escalas clínicas, pero esto es sólo una parte, sin duda importante, de lo que puede cambiar en una persona. Pero no deja de ser un tipo de datos muy limitado y un tanto "miope" sobre el tipo y alcance de cambios que pueden efectuarse en las intervenciones psicológicas.

Carmelo Vázquez es Catedrático de Psicopatología de la UCM. Fue becario Postdoctoral Fulbright en Northwestern University (Evanston, Illinois). Ha sido subdirector del British Journal of Clinical Psychology y en la actualidad es miembro del consejo editorial de varias revistas internacionales. Es miembro fundador de la International Positive Psychology Association (IPPA). Entre sus publicaciones recientes, destacan los libros "Psicología Positiva Aplicada" (Desclee de Brower, 2008) y "La ciencia del bienestar" (Alianza Editorial, 2009).

Un tratamiento psicológico más completo del dolor crónico

Hoy, 12 de mayo de 2009, se celebra el Día Mundial de la Fibromialgia y la Fatiga Crónica. Para conmemorar esta fecha y, dada la relación entre fibromialgia y dolor crónico, Infocop Online ha decidido publicar el artículo "Un Tratamiento Psicológico Más Completo para el Dolor Crónico", redactado por Miguel A. Vallejo Pareja, experto en la materia.

Miguel A. Vallejo Pareja
Facultad de Psicología - Universidad de Educación a Distancia


El tratamiento psicológico del dolor crónico debe ser capaz de responder a dos aspectos fundamentales: actuar sobre el dolor de modo que los sistemas de regulación natural operen adecuadamente y, en segundo lugar, atendiendo a la persistencia del dolor, evitar que éste se haga dueño de la vida del paciente, impidiéndole ser persona. Ambos objetivos precisan reconocer el dolor y aceptar su existencia.

La regulación del dolor

El dolor crónico es, principalmente, el resultado de un fallo en los sistemas naturales de analgesia ligados, generalmente, a una condición sensorial concreta y adicionalmente, y a consecuencia de ello, a la falta de recursos personales (psicosociales) para afrontar las implicaciones vitales que ello supone.

Para que un sistema de autorregulación funcione, es preciso dejarlo: notar las sensaciones y dejar que los cambios fisiológicos asociados a ellas pongan en marcha (recuperen) su funcionalidad natural; y permitir que aquellos cambios sensoriales específicos se produzcan. Esto es lo que básicamente hacen las técnicas de biofeedback. Éstas, basadas en el condicionamiento operante, fueron uno de los primeros recursos terapéuticos en el tratamiento del dolor crónico y una valiosa herramienta. Es por ello que las técnicas de biofeedback son el tratamiento de elección de las cefaleas tensionales, como reconoce la American Associaton of Neurology, o que el biofeedback de variabilidad de frecuencia cardiaca obtenga buenos resultados en el tratamiento de la fibromialgia, al igual que en neurofeedback en ese mismo trastorno, potenciando el aumento de las ondas de baja frecuencia (baja alpha y theta) y disminuyendo las de alta frecuencia (beta).

Por el momento, se conocen dos procedimientos para facilitar la puesta en marcha de los sistemas naturales de regulación del dolor: el biofeedback y la hipnosis. En ambos casos se lleva a cabo una exposición a la actividad fisiológica relevante, centrándose en ella tal y como acontece, potenciando formas de procesamiento alejadas del control verbal y centradas en la experimentación. Posiblemente, otras técnicas o procedimientos terapéuticos puedan servir también a este objetivo, o de hecho ya lo hagan. Se trata de impedir que el sistema natural falle. Es la metáfora del fallo: no escuchar claramente la señal. Esta metáfora puede aplicarse no sólo a la terapéutica médica sino también a la psicológica. En efecto, no reconocer o más frecuentemente rechazar o negar las sensaciones o cambios perceptivos, con independencia de que puedan ser molestos o indeseables, dificulta e incluso interfiere en su regulación.

La aceptación del dolor

Admito que resulte arriesgado hablar de aceptación del dolor, sin embargo, de lo expuesto hasta aquí parece claro que el modo de conseguir reducir y/o eliminar el dolor debe partir de él mismo. Al igual que ocurre en los trastornos de ansiedad, el huir del objeto fóbico, lo que hace realmente es reafirmar el miedo. En el caso del dolor, su aceptación e incluso la contemplación de algunas de las respuestas fisiológicas relacionadas con él, son una vía para reducirlo. Un ejemplo es el uso de programas de exposición utilizados para el tratamiento de la fibromialgia, o el uso la escritura como forma de exposición y de autodescubrimiento.

Aceptar el dolor, el malestar y las limitaciones que esto supone no es un punto de llegada sino de partida. Tampoco es una mera actitud o filosofía, sin más, sino que se integra en un tipo concreto de terapia, las incluidas dentro del rótulo de terapias de 3ª generación y en particular en una de ellas: la terapia de aceptación y compromiso. El hecho de que en muchos problemas de dolor crónico, incluido obviamente el dolor originado por procesos degenerativos o del envejecimiento en sí, se mantengan a pesar del tratamiento médico, da más sentido adaptativo al reconocimiento y aceptación de su presencia.

Un abordaje de estas características es congruente con los principios que sustentan la terapia cognitivo-conductual y con los aspectos que se han recogido más arriba sobre los sistemas naturales de regulación del dolor. Se ajusta mejor, además, con el sentido general de que no es posible una vida sin dolor, sin malestar, sin cambios en el estado de ánimo, etc. En suma queda mejor integrado en la forma natural de la vida. Introduce, por tanto, un orden en los objetivos. Recuperar el control de la propia vida ya traerá, por sí sólo, una mejora en la autoestima.

A modo de conclusión

Contamos con dos procedimientos de intervención complementarios y congruentes entre sí, que pueden ser aplicados de forma secuencial o combinada. Por un lado podemos actuar mediante técnicas psicofisiológicas sencillas (biofeedback e hipnosis) para reducir el dolor operando sobre los sistemas naturales de autorregulación del dolor, en especial en el dolor disfuncional; y, por otro, actuar sobre los aspectos comportamentales y emocionales relacionados con el afrontamiento del dolor, mediante el abordaje tradicional de la terapia cognitivo-conductual con las aportaciones recientes de la terapia de aceptación y compromiso y otras terapias de conducta de tercera generación.

Debemos felicitarnos, por tanto, por contar con un acercamiento completo y comprehensivo del tratamiento psicológico del dolor crónico, además de parsimonioso. En efecto, el estudio y tratamiento del dolor aún siendo una empresa compleja, debe requerir medidas terapéuticas sencillas, pues los sistemas complejos, justamente, pueden ser moldeados más eficientemente mediante pequeños cambios.

lunes, 11 de mayo de 2009

Técnicas de modificación de conducta

Francisco Javier Labrador (Coord.)

Editorial: Pirámide

784 páginas

En poco más de treinta años la psicología ha pasado de ser una profesión del futuro a ser una profesión con un gran presente. Hoy la actuación profesional de los psicólogos es demandada y valorada positivamente en campos tan dispares como el clínico, el laboral, el jurídico o el escolar. Los psicólogos tienen habilidades profesionales eficaces para mejorar las condiciones de vida de las personas, grupos u organizaciones. El desarrollo de la investigación y conocimientos de la psicología ha resultado, sin duda, muy importante, pero lo verdaderamente determinante ha sido disponer de habilidades o técnicas de intervención psicológica.

En esta obra se recopilan las técnicas de modificación de conducta. Estas técnicas se exponen de forma detallada, teniendo como referencia constante la evaluación empírica de su eficacia y una búsqueda sistemática de sus fundamentos científicos, a fin de que puedan servir como guía de actuación para expertos, ya que su objetivo fundamental es ser útil al psicólogo profesional. El libro está organizado en tres partes. La primera se centra en el proceso y procedimientos de evaluación. La segunda expone, de forma pormenorizada y orientada a la práctica, las principales técnicas de modificación de conducta. La tercera y última parte incluye, bajo el epígrafe Ayudas a la intervención psicológica, seis capítulos que servirán para la aplicación profesional de dichas técnicas.

Ficha técnica de la guía de práctica clínica sobre el manejo de la depresión mayor en el adulto

Tal y como se establece en el apartado de Alcance y objetivos, "la elaboración de esta Guía de Práctica Clínica sobre el Manejo de la Depresión en el Adulto se justifica por la demanda generada, desde diferentes ámbitos del sistema sanitario implicados en el abordaje de esta patología, tanto el nivel asistencial como el nivel de gestión de servicios, ante la magnitud del problema tanto sanitario como social".

La GPC se centra en el manejo del trastorno depresivo mayor, en sus diferentes manifestaciones: depresión leve, moderada o grave. Por el contrario, no contempla recomendaciones acerca de la depresión en niños y adolescentes, el trastorno distímico o los trastornos bipolar y adaptativo.

Los principales destinatarios a los que va dirigida la guía son "todos aquellos profesionales sanitarios implicados en el manejo de la depresión, así como pacientes y cuidadores".

En este caso, la Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias de Galicia (Avalia-t) ha sido la encargada de elaboración de esta GPC, y en el grupo de trabajo ha estado formado por, han participado 8 médicos (3 de ellos psiquiatras), 2 psicólogos y 1 enfermera de salud mental. Como revisores externos han contado con la participación de 16 personas más (11 médicos, 2 psicólogos y 3 enfermeros).

Tal y como establece la GPC, los objetivos de este manual son:

Mejorar la atención sanitaria prestada a los pacientes con depresión en el ámbito de la atención primaria y hospitalaria.
Ofrecer recomendaciones al profesional sanitario para la atención a pacientes con depresión.
Desarrollar indicadores que puedan utilizarse para evaluar la práctica de los profesionales.
Ayudar a los pacientes a tomar decisiones informadas.
Esta GPC ha sido elaborada en cuatro versiones diferentes: versión completa, versión resumida, información para pacientes y herramientas de consulta rápida.

En su versión completa, éste es el contenido de la GPC sobre el Manejo de la Depresión en el Adulto:

Presentación
Autoría y colaboraciones
Preguntas para responder
Resumen de las Recomendaciones

1. Introducción

2. Alcance y objetivos

3. Metodología

4. Definición y diagnóstico de la depresión mayor

5. Tratamiento farmacológico

6. Psicoterapia

7. Otros tratamientos

8. Indicadores de calidad

9. Difusión e implementación

10. Recomendaciones de investigaciones futuras

Anexos
Listado completo de tablas y figuras
Bibliografía

La versión para pacientes y cuidadores que ofrece la GPC se ha elaborado con un carácter eminentemente divulgativo, e incluye las siguientes secciones: ¿qué es la depresión?; ¿qué causa la depresión?; tipos de depresión; ¿qué puedo hacer si creo que tengo depresión?; ¿qué puede ofrecerme el sistema sanitario si creo que tengo depresión?; ¿cómo se trata la depresión?; ¿cómo puedo ayudar a alguien con depresión?; y más información (teléfonos y asociaciones de interés).

La GPC sobre el Manejo de la Depresión en el Adulto, en sus diferentes versiones, puede descargarse de manera gratuita en el siguiente enlace: http://www.guiasalud.es/egpc/depresion/index.html