miércoles, 17 de marzo de 2010

Manual para prevenir la anorexia y la bulimia en las aulas

La Consejería de Sanidad, a través del Instituto de Nutrición y Trastornos Alimentarios de la Comunidad de Madrid (INUTCAM) ha publicado un manual para profesores y educadores, con el objetivo de ofrecer herramientas para actuar ante los trastornos de la conducta alimentaria en las aulas (anorexia, bulimia y trastorno por atracón).

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) representan, en cuanto a prevalencia de casos, la tercera enfermedad crónica entre la población femenina en las sociedades desarrolladas y occidentalizadas. Las consecuencias que suponen estos trastornos para la salud de los jóvenes y adolescentes son numerosas y variadas, desde un mayor riesgo de muerte prematura a varias complicaciones que tienen un efecto negativo en la calidad de vida.

En este sentido, los centros educativos proporcionan un contexto ideal para el abordaje de este tipo de problemas, y los profesores y educadores pueden jugar un papel esencial como agentes de ayuda para que los niños y adolescentes desarrollen estrategias para prevenir la aparición de estos problemas o, en su caso, puedan ser derivados a tiempo y recibir la atención necesaria.

El manual publicado por INUTCAM, titulado A, B, C... anorexia, bulimia y comedor compulsivo-Manual para docentes, incluye un primer capítulo con nociones básicas sobre la prevalencia, los síntomas de los diferentes trastornos de alimentación. Posteriormente, el manual se divide en tres capítulos, donde se aborda la prevención, la detección y la atención que se puede prestar a los menores en los centros educativos.

Así, en el apartado sobre prevención se explican las posibles causas de los TCA y, en relación con estas causas, se detallan los objetivos y contenidos a trabajar con los alumnos, ilustrándolos con distintos ejemplos de actividades preventivas que se pueden poner en marcha en la clase, y que abordan aspectos como los hábitos saludables, la publicidad y los medios de comunicación, la asertividad, la belleza y la imagen corporal, el perfeccionismo, la autoestima o la impulsividad.

En relación a la detección de estos TCA en las aulas, el manual describe las diferentes señales de alarma que el profesorado debe tener en cuenta a la hora de percibir posibles casos de anorexia y bulimia entre sus alumnos. Así mismo, proporciona dos cuestionarios para la detección de los TCA.

En último lugar, el manual incluye un apartado de "apoyo al tratamiento", donde se detallan las actuaciones que puede llevar el docente una vez se ha detectado un posible caso de TCA (cómo comportarse ante el estudiante y su familia, qué recursos sanitarios existen para el tratamiento de los TCA en la Comunidad de Madrid, etc.). Además, se proporcionan pautas de ayuda para que el profesorado pueda apoyar y reforzar al alumno que ya se encuentre en un programa de tratamiento por un TCA.

De esta manera, el manual publicado por INUTCAM subraya la importancia de la prevención primaria de los trastornos de alimentación desde los ámbitos educativos, apostando por el desarrollo de habilidades que fomenten la autoestima positiva, la asertividad, las habilidades de comunicación, etc., entre los menores. Desde esta aproximación, los centros escolares se convierten en escenarios privilegiados para el desarrollo de este tipo de programas, y los profesores en agentes de prevención fundamentales.

El manual se puede descargar en el siguiente enlace:
Anorexia, bulimia y comedor compulsivo. Manual para docentes

lunes, 15 de marzo de 2010

Nace una nueva publicación científica en Psicología: La Revista Iberoamericana de Psicología y Salud

La Sociedad Universitaria de Investigación en Psicología y Salud (SUIPS) ha iniciado un ambicioso proyecto con la edición de una nueva revista científica –Revista Iberoamericana de Psicología y Salud-.

Esta nueva publicación nace de la mano de un equipo integrado por prestigiosos profesionales e investigadores de la Psicología, siendo Ramón González Cabanach (Catedrático de Psicología y Educación en la Universidad de A Coruña) su Director, que, además cuenta con un excelente equipo de Directores Asociados (Coordinador del Área de Psicología Social: Ramón Arce Fernández, Catedrático de Psicología Social, USC; Coordinador del Área de Salud: Gualberto Buela-Casal, Catedrático de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico, UGR; Coordinadora del Área de Intervención: Francisca Fariña Rivera, Catedrática de Psicología Básica, Universidad de Vigo; Coordinador del Área de Evaluación: José Carlos Núñez Pérez, Catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación, UNIOVI; Coordinador del Área de Educación: Antonio Valle Arias, Catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación, USC). Por otra parte, el Consejo Editorial de la revista está formado por un amplio número de investigadores y profesionales iberoamericanos de reconocido prestigio en los diversos campos de la Psicología y de la salud.

El objetivo de esta revista no es otro que el de difundir el conocimiento avalado empíricamente sobre cualquier temática relacionada con la Psicología y la salud tanto a nivel científico como a nivel profesional o a la sociedad en general. La Revista Iberoamericana de Psicología y Salud tendrá una periodicidad semestral y publicará tanto artículos en castellano como en inglés. Así mismo, la filosofía de trabajo que guía esta publicación se enmarca en la interdisciplinariedad, por ello, se valorará positivamente aquellos trabajos realizados por equipos de investigación de carácter multidisciplinar.

El primer número de la Revista Iberoamericana de Psicología y Salud acaba de publicarse, pudiéndose consultar on-line el texto completo de la revista.

Para más info: Revista iberoamericana de Psicología y Salud.

sábado, 13 de febrero de 2010

El trastorno de pánico como instancia de evitación experiencial. Implicaciones para el tratamiento

Desde su aparición como entidad nosológica independiente en 1980 de la mano del DSM-III, la literatura sobre la eficacia de diversos tratamientos para el trastorno de pánico ha crecido exponencialmente, especialmente la dedicada a los tratamientos psicológicos. En concreto, la terapia cognitivo-conductual (en adelante, TCC) se ha convertido desde entonces, en un tratamiento de elección recogido en guías independientes de práctica clínica como las del National Institute for Clinical Excellence. Los porcentajes de pacientes mejorados al año de la finalización del tratamiento con TCC (41%-100%), los tamaños del efecto (.68-.88) y las menores tasas de recaída respecto a los grupos de control en los ensayos clínicos aleatorizados realizados hasta la fecha son elocuentes.

Sin embargo, la literatura sobre la eficacia de la TCC en el trastorno de pánico adolece de diversas debilidades que requieren líneas de investigación alternativas con el objetivo de mejorar tanto las cifras de eficacia como la conceptuación misma del trastorno. Se observa entre un 20%-30% de pacientes que no responden, o responden parcialmente a la TCC; una parte importante de los pacientes rechazan el tratamiento una vez se les explica que implica la exposición en vivo intero y exteroceptiva a su experiencia de pánico. Además de este problema, son de destacar que: a) se desconocen en gran medida los mecanismos de cambio implicados en la TCC; b) la TCC está lejos de ser específica para trastornos específicos, al igual que los síntomas del trastorno de pánico, que pueden observarse en población general y prácticamente en cualquier otro cuadro clínico: abuso de sustancias, trastornos de personalidad, esquizofrenias, trastornos afectivos, otros trastornos por ansiedad, etc.; c) la investigación reciente está mostrando que los esfuerzos orientados a la eliminación de los afectos o los pensamientos negativos que se supone causan determinados trastornos, producen efectos paradójicos, bien una resurgencia de pensamientos suprimidos deliberadamente, bien una perpetuación del afecto negativo que se pretende combatir; d) los diversos micro-modelos teóricos desarrollados para el trastorno de pánico se diferencian ante todo en su énfasis en una u otra de las variables propuestas para la explicación del trastorno, constituyendo modelos teóricos ad-hoc con una pobre vinculación con la investigación básica sobre la conducta humana.

globales con los resultados y las concepciones de la TCC, surgió el interés por investigar formas alternativas de tratamiento psicológico, uno de los cuales es la Terapia de Aceptación y Compromiso (en adelante, ACT). Lejos de constituir una terapia para un trastorno específico, la ACT constituye todo un modelo funcional de la psicopatología humana y de su tratamiento basado en un programa de investigación básica de laboratorio sobre la conducta humana compleja (la Teoría del Marco Relacional, en adelante TMR), que cuenta además con el respaldo de la tradición de investigación básica en la conducta operante animal y humana. Basándose en los hallazgos sobre la investigación en la TMR, desde la ACT se propone que el trastorno de pánico, así como otros trastornos psicológicos, pueden ser conceptuados más útilmente como instancias o ejemplos de lo que se ha dado en denominar Evitación Experiencial (en adelante, EE).

La EE consiste en un patrón generalizado e inflexible de evitación de los eventos privados (pensamientos, emociones, sensaciones físicas, recuerdos, imágenes, etc.) que generan malestar. La consecuencia inmediata de la evitación es el alivio inmediato del temido malestar, lo que constituye un potente reforzamiento negativo. La experiencia de los pacientes, sin embargo, es que a la larga el malestar se intensifica y extiende, y sus vidas se ven considerablemente limitadas por la necesidad inflexible de tener su malestar bajo control. Por ejemplo, la persona que experimenta ataques de pánico recurrentes, puede acabar por no salir a la calle para evitar siquiera la más pequeña señal que pueda anunciarle un próximo ataque (evitación agorafóbica). La evitación experiencial es problemática si y sólo si aleja al individuo de sus direcciones de significado personal.

Los criterios diagnósticos actuales para el trastorno de pánico (DSM-IV-TR, CIE-10), así como para otros trastornos por ansiedad, incluyen la presencia de comportamientos de evitación De ahí que diversos autores (Barlow, Allen y Choate, 2004) estén comenzando a conceptuar los trastornos por ansiedad, no como entidades independientes, sino como manifestaciones topográficamente diferentes de un conjunto de procesos funcionalmente idénticos, es decir, desde un punto de vista dimensional.

El análisis experimental de los diversos procesos de cambio definidos desde la ACT, ha demostrado que intervenciones orientadas a la aceptación de aquello que no se puede cambiar (p.ej, el miedo) son más eficaces que intervenciones orientadas a su control (Levin y Hayes, 2009). Así por ejemplo, se han llevado a cabo estudios en los que pacientes que cumplen los criterios diagnósticos para el trastorno de pánico han sido expuestos a un desafío biológico, consistente en respirar oxígeno enriquecido con CO2, tarea que puede inducir ataques de pánico en personas con historial previo de ataques (p.ej., Levitt, Brown, Orsillo y Barlow, 2004). Tras la intervención dirigida a fomentar la aceptación, se preguntó a los pacientes si consentían exponerse de nuevo a semejante tarea. Los pacientes en la condición de aceptación informaron tener menos ansiedad (aunque su reacción fisiológica ante la inhalación de CO2 no era diferente a la de los otros grupos de comparación) y aceptaron ser expuestos a un nuevo desafío. De modo coherente con estos datos experimentales sobre procesos de cambio, y con su conceptuación como una instancia de EE, así como otras líneas de investigación sobre los efectos de la supresión del pensamiento, la aplicación de la ACT al trastorno de pánico gira en torno a varios ejes fundamentales:

- La clarificación de los valores personales. Tras meses o años de cronificación del patrón inflexible de evitación de la experiencia de pánico, los clientes llegan a consulta habiendo abandonado las trayectorias vitales que le son relevantes (p.ej., ser una persona dinámica, estar en contacto con otros, etc.). Recuperar con el cliente dichas trayectorias será clave en el proceso de terapia por diversas razones. Por un lado, los valores sirven de guía para establecer objetivos en terapia así como para valorar el curso de la misma. Por otro lado, la clarificación de valores dignificará la inevitable exposición a los eventos que han sido evitados durante tanto tiempo (p.ej., taquicardia, sudoración, desrealización, sensación de enloquecer, etc.). Es éste, quizás, el más distintivo de los elementos de la ACT en comparación a los enfoques de la TCC.

- La defusión y el distanciamiento respecto a los contenidos de los eventos privados temidos. Brevemente, el paciente aprenderá a experimentar sus eventos privados temidos como lo que son (pensamientos, sensaciones físicas), y no como lo que parecen ser (amenazas y barreras para la acción). Igualmente, aprenderá a diferenciar entre él mismo (la experiencia abstracta del yo) y sus contenidos privados. Estos dos aspectos, entre otros, permitirán la alteración de las funciones de los eventos temidos, que pasarán de ser discriminativos para la evitación a ser parte de "caminar" en las direcciones de valor libremente escogidas. En otras palabras, dado el pensamiento "voy a morir de un infarto", el cliente no verá a través de él (como ha hecho hasta ahora), sino que podrá ver ese pensamiento y elegir qué hacer en su presencia. En definitiva, la desactivación de las funciones de los eventos privados implica disminuir su credibilidad y que el paciente aprenda a ser el contexto en el que tienen lugar diversas instancias de conducta.

- Promoción de acciones comprometidas con los valores personales. Se trataría aquí de establecer metas y acciones en las direcciones de valor previamente clarificadas. Ir hacia valores (p.ej., estar en contacto con otros) necesariamente conllevará la presencia de barreras (p.ej., "y si me da un ataque de pánico, qué van a pensar de mi", etc.); y por tanto, serán oportunidades de oro para practicar el distanciamiento. El éxito en ACT no se mide por la reducción en la frecuencia de barreras, sino por la habilidad para discriminar la presencia de la barrera, en su caso discriminar que nos dejamos llevar por ella (p.ej., evitando o dejando de hacer X), y la habilidad para redirigir los pasos en las trayectorias de significado personal.

El trabajo desde estos ejes funcionales puede requerir el uso de técnicas propias de la ACT, tales como el habla metafórica, los ejercicios de conciencia plena, así como procedimientos más tradicionales, como la exposición en vivo intero y exteroceptiva, no con el objetivo de disminuir el malestar que producen las sensaciones de pánico, sino para que el individuo aprenda a diferenciarse de ellas. En este sentido, deseamos enfatizar de nuevo que la ACT es ante todo, un modelo funcional y flexible de cómo conceptuar la psicopatología y el tratamiento, no un paquete de tratamiento TCC al uso.

Es de esperar que en el futuro próximo, aumenten los datos disponibles sobre los procesos de cambio implicados en la ACT, así como los datos sobre su eficacia, efectividad y eficiencia en el trastorno de pánico y en otras instancias de EE, pues en estos momentos, y empleando los criterios de la comisión Chambless, la ACT es aún un tratamiento psicológico probablemente eficaz.

Estudio completo: Carrascoso López, F.J. , Valdivia Salas, S. (2009). Acceptance and Commitment Therapy (ACT) in the Treatment of Panic Disorder: Some Considerations from the Research on Basic Processes. International Journal of Psychology and Psychology Therapy, 9,3, 299-315.

jueves, 11 de febrero de 2010

La violencia escolar y los problemas de conducta generan estrés elevado entre los docentes

Siete de cada 10 profesores declaran que han sido agredidos en algún momento por algún alumno y más de la mitad siente miedo a sufrir una nueva agresión. Estas son algunas de las conclusiones de un estudio realizado por la Federación de Trabajadores de la Enseñanza de UGT (FETE-UGT) con el apoyo institucional de FECCOO y CECE, en el marco de la Fundación para la Prevención de Riesgos Laborales, y cuyos resultados se han dado a conocer el pasado mes de enero de 2010.

El estudio se ha llevado a cabo con el objetivo de analizar las relaciones del profesorado con los diferentes agentes que intervienen en la educación (alumnos, familia, docentes y directores de centros educativos), así como la relación de los propios alumnos con sus iguales. La recopilación de datos se ha realizado a través de 1.300 entrevistas a directores y profesores de 14 Comunidades Autónomas.

Tal y como ha hecho público FETE-UGT a través de un comunicado de prensa, uno de cada tres profesores (el 37,5%) sufre niveles de estrés elevados al relacionarse con sus alumnos. Además, más de la mitad de los docentes (56,5%) dicen sufrir, al menos una vez al mes, comportamientos disruptivos en el aula que le impiden desarrollar su tarea con normalidad, consistentes en interrupciones frecuentes en clase, gamberradas o malas contestaciones.

Al analizar la información referente a la violencia en las aulas, el 7,4% de los docentes asegura que alguna vez le ha agredido algún alumno, y casi un 2% admite que los alumnos le agreden físicamente, al menos, una vez al mes. Si atendemos a la cifra de docentes que han recibido amenazas, los datos se elevan notablemente, ya que el 32,4% declara haber sido intimidado alguna vez, y el 5,7% confiesa recibir amenazas con cierta frecuencia, es decir, al menos una vez al mes.

En consecuencia, la mitad de los docentes entrevistados (50,2%) sienten temor a ser agredidos por algún alumno, lo que repercute en su nivel de estrés y dificulta el desarrollo de su actividad, según la encuesta realizada por FETE-UGT. Otros desencadenantes de estrés para el profesorado, identificados en este estudio, son la falta de respaldo de los padres en relación a los problemas de disciplina que presentan sus hijos, el hecho de presenciar agresiones físicas entre los alumnos y la falta de motivación de los alumnos hacia el aprendizaje, entre otros.

Los resultados de este estudio confirman así los recientes hallazgos de investigaciones internacionales, donde se ha puesto de manifiesto las debilidades del sistema educativo español en relación a la convivencia en las aulas y a la elevada prevalencia de problemas de conducta y aprendizaje. Tal es el caso del estudio Panorama de la educación de la OCDE, presentado en el mes de septiembre de 2009, el informe TALIS (Teaching and Learning International Survey), realizado con una muestra de más de 90.000 profesores de Secundaria y publicado el pasado mes junio, o más recientemente el informe anual presentado por la Comisión Europea (Progress towards the Lisbon objectives in education and training- Indicators and benchmarks 2009).

En vista de los resultados, FETE-UGT sugiere medidas preventivas para "mejorar, controlar, legislar y favorecer las relaciones profesor-alumno y las de los propios alumnos entre ellos". También considera necesario introducir medidas para prevenir los comportamientos de violencia escolar, entre las que se incluyen "la dotación de nuevos perfiles profesionales que permitan reforzar la labor docente", así como la atención a la diversidad del alumnado o la formación en habilidades sociales.

En esta línea, el Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos (COP) defiende el reconocimiento del papel insustituible del psicólogo en los centros educativos, ya que la consolidación de esta figura profesional permitiría desarrollar y universalizar programas de promoción la salud, prevención, evaluación y tratamiento de los problemas de conflictividad en las aulas, entre otros.. Tal y como quedó manifiesto en el VII Desayuno de Infocop, la violencia escolar, la alta prevalencia de problemas de conducta en el alumnado y la escasez de personal debidamente cualificado y preparado para tratar estos problemas en los centros influye directamente en los altos índices de fracaso y abandono escolar.

Más información en: http://gdc.feteugt.es/cuteeditornet/imagenes/2010/Comunicacion/COMprensa270110.pdf