El control del riesgo es uno de los aspectos más importantes en la gestión de las inversiones. Sin embargo, su percepción está extremadamente unida a la psicología del inversor. Por este motivo, cada día académicos de todo el mundo se están centrando en estudiar el impacto y la influencia que el comportamiento humano y de las emociones tienen en la gestión de las inversiones, en la gestión de los riesgos. Es lo que en el mundo anglosajón se conoce con el nombre de "Behavioral Finance".
Dos manifestaciones muy llamativas del comportamiento humano en el mundo de las inversiones son el "exceso de confianza" y "exceso de optimismo", características directamente relacionadas con la infravaloración de los riesgos.
Una gestión adecuada de estas tendencias es fundamental para lograr carteras mejor estructuradas, con menores costes de gestión, con una exposición más limitada a las modas del mercado y una reducida rotación de las carteras, lo que lógicamente redunda en mejores resultados.
El conocimiento de las propias limitaciones es una buena herramienta para evitar, en gran medida, el exceso de optimismo y de confianza, y facilita que el inversor sea más consciente de las enormes y desconocidas dificultades de los mercados financieros. El exceso de optimismo lleva a la soberbia y a la vanidad (o al revés) y, en muchas ocasiones, a ser rehenes de nuestras propias emociones y ambiciones, despreciando una gestión racional y prudente de los riesgos.
Asimismo, actuar con más confianza de la debida en la toma de decisiones de inversión, nos lleva a realizar un número mayor de "apuestas" y, dentro de éstas, a que sean más agresivas, lo que en la mayoría de los casos acaba teniendo, antes o después, consecuencias nefastas.
Por otra parte, no hay que olvidar que en el mercado hay un gran número de participantes; seguramente muchos de ellos con información mejor que la nuestra y, por qué no decirlo, con más talento que nosotros. Por tanto, el inversor por naturaleza debería de pecar de prudente y desconfiado, evitando creerse "el más listo de la clase".
Los autores académicos Statman y Thorley encontraron una estrecha correlación entre las subidas y bajadas del mercado y la rotación de las carteras. Lo normal es esperar mayor rotación de las carteras en periodos alcistas y mucha menor rotación en periodos bajistas, efecto muy ligado a las personas que siguen más de cerca el mercado y sus carteras; características más comunes en los inversores masculinos.
Estos académicos solamente encontraron que –en contra de lo que pudiera parecer– este exceso de actividad y rotación de las carteras sólo suponía mayores costes (comisiones e impuestos) y peores resultados.
Otro elemento relevante de este campo es el "Framing", es decir, la forma en que encasillamos las oportunidades y situaciones de riesgo. Éstas dependen en gran medida de las experiencias recientes y de cómo se interpretan. Por ejemplo, si un médico le dice a un paciente que tiene un 50% de probabilidades de morirse, o que tiene un 50% de probabilidades de salvarse, aunque el contenido del mensaje sea exactamente el mismo la percepción del riesgo y la ansiedad correspondiente variará notablemente.
Teniendo en cuenta que la manera que tenemos de encasillar este tipo de situaciones depende de nuestro estado de ánimo y del ruido mediático y social, nuestras respuestas ante los distintos fenómenos pueden ser extraordinariamente subjetivas y volátiles, sin que exista ningún tipo de correlación con los riesgos reales que asumimos.
Como inversores, es habitual que confundidos por este "ruido" incurramos en errores serios al extrapolar desviaciones temporales. Sin embargo, el hecho de que esta característica sea tan humana, permite a un número reducido de inversores, aquellos que saben abstraerse de los sentimientos irracionales y del ruido mediático, encontrar oportunidades donde otros encuentran sólo fracasos.
Por último, uno de los elementos más novedosos dentro de esta área del comportamiento, es el concepto de la "incertidumbre endógena". Esto quiere decir que los propios cambios en las percepciones del riesgo de los inversores son en sí mismos una fuente de riesgo.
Por todo lo anterior, aconsejo al inversor que antes de tomar una decisión de inversión, dedique más tiempo a pensar en los riesgos "emocionales" de su comportamiento en lugar de dejarse llevar por el último "impulso inversor". Seguramente, simplemente controlando y minimizando estos riesgos del comportamiento conseguirá mejorar el resultado de sus inversiones.
Benjamín Graham, el padre del análisis fundamental, resumió soberbiamente el reto al que nos enfrentamos: "El problema mayor del inversor, y quizás su peor enemigo, es seguramente él mismo".
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