El asco y la sensibilidad al asco (predisposición personal a experimentar asco) son términos que sólo recientemente han comenzado a aplicarse a la psicopatología y la Psicología clínica. A pesar del escaso interés suscitado hasta estos momentos, el asco es una emoción básica, y como tal es una emoción esencial en el comportamiento humano. Es una emoción negativa y protectora del organismo (nos protege de la ingestión oral de sustancias y objetos peligrosos –objetos potencialmente contaminantes). Como otras emociones básicas, el asco posee componentes fenomenológicos (i.e., experiencia subjetiva de repugnancia; síntomas de náuseas o vómito), cognitivos (i.e., percepción de amenaza de contaminación), fisiológicos (i.e., activación del sistema nervioso parasimpático, desmayo, vómito) y conductuales (i.e., rechazo, evitación, expresión facial típica) distintivos, y se manifiestan de forma similar en todas las culturas (las expresiones faciales de asco aparecen incluso en las personas recién nacidas).
Las respuestas de asco tienen muchas similitudes con las respuestas de miedo. Al igual que el miedo, el asco es adaptativo y está preparado filogenéticamente. La evolución parece haber determinado que el organismo responda de forma selectiva a ciertos estímulos potencialmente "asquerosos" (objetos, olores, etc.) con objeto de prevenir la contaminación y la enfermedad (se ha dicho que el asco es el "guardián de nuestro cuerpo"). También de forma similar a las respuestas de miedo, las respuestas de asco son muy fáciles de adquirir y muy difíciles de eliminar. Aunque a veces las respuestas de miedo y de asco puedan parecer análogas (ambas incluyen la evitación y/o escape), tanto fisiológica como fenomenológica y cognitivamente son fenómenos claramente distintos. No obstante, no pocas veces las emociones de miedo y de asco suelen ir juntas (muchas fobias se caracterizan por reacciones tanto de miedo como de asco).
El asco asociado a instancias preparadas filogenéticamente, como los alimentos, los productos corporales y ciertos animales transmisores de suciedad (comida en mal estado, restos orgánicos de desecho, saliva, heces, orina, sudor, ratas, gusanos, etc.) constituye el sistema básico esencial del asco. Este poderoso sistema de repulsión se adaptó a otros tipos de entidades amenazantes derivando en otras manifestaciones del asco. Una de ellas viene dada por aquello que nos recuerda a nuestro origen y naturaleza animal, como el sexo, la muerte, la falta de higiene, o las violaciones de la envoltura corporal (vísceras, amputaciones, etc.). Otro tipo es el asco interpersonal, o repugnancia hacia otras personas, como los extraños, los extranjeros, los mendigos, etc. Un tercer tipo adicional al asco esencial es el asco moral (por violaciones de las normas morales o de la divinidad). La Disgust Scale –DS (Haidt et al., 1994) es la escala de autoinforme más utilizada hasta el momento para evaluar la sensibilidad al asco (la adaptación española de la forma revisada - DS-R- llevada a cabo por nuestro grupo puede encontrarla el lector en: http://people.virginia.edu/~jdh6n/disgustscale.html). La DS-R permite evaluar la sensibilidad al asco según diferentes tipos de desencadenantes (alimentos, animales, transgresión de la envoltura corporal, muerte, higiene, y pensamiento mágico), así como según los tipos conceptuales de asco (asco esencial, recuerdo animal, e interpersonal). La nueva escala Disgust Propensity and Sensitivity Scale- Revised -DPSS-R (van Overveld et al., 2006; Sandín et al., 2008) diferencia entre propensión (tendencia a sentir asco) y sensibilidad al asco (sensación de desagrado por la experiencia de asco), y es independiente de los tipos de estímulos desencadenantes.
Si el asco actúa para prevenir la contaminación y la enfermedad, y si implica a entidades amenazantes tan dispares, incluidas las dimensiones interpersonal y moral, cabe pensar que el asco debe jugar un papel importante en la etiología y manifestación de diversos trastornos psicológicos. Cuando Phillips et al. (1998) publicaron su editorial sobre el asco (Disgust- the forgotten emotion in psychiatry), no sólo sugerían que el asco jugaba un papel importante en psiquiatría, sino también que este papel podía afectar a muy diferentes trastornos mentales.
Una primera línea de investigación, desarrollada inicialmente por el grupo de Davey, demostró la implicación del asco en la etiología y mantenimiento de las fobias a los animales habitualmente denominados "repugnantes", como las arañas, las ratas, los gusanos, y en general animales reptantes y/o viscosos (animales no depredadores, generalmente asociados a suciedad), sugiriendo la hipótesis de evitación de la enfermedad como alternativa a la clásica teoría de la preparación de las fobias.
Una segunda línea fue propuesta por Page, al asociar el asco a la etiología de las fobias a la sangre-inyecciones-daño (SID) y al desmayo (síncope vasovagal). Hoy sabemos que en los individuos con fobia SID, la exposición a la sangre, mutilaciones o heridas suele desencadenar intensas reacciones de náusea, aversión y asco, a veces en ausencia completa de reacciones de miedo.
Un tercer tipo de vinculación psicopatológica del asco ha sido con el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Diversas investigaciones recientes han constatado que ciertos tipos de pacientes con TOC, i.e., aquellos en los que predominan las obsesiones de limpieza y/o las compulsiones de lavado (cerca de la mitad de todos los pacientes con TOC), suelen experimentar sentimientos de asco, más que sentimientos de miedo o ansiedad, asociados a los objetos "contaminantes", lo cual también podría interpretarse a partir del modelo de evitación de la enfermedad. Las fobias y el TOC son los trastornos cuya relación con el asco ha sido claramente demostrada. Otros trastornos mentales sobre los que se ha referido evidencia preliminar que los vincula con emociones de asco son los trastornos alimentarios y las disfunciones sexuales. No es de extrañar que se sospeche de un papel importante del asco en los trastornos alimentarios, toda vez que en éstos son frecuentes los síntomas de asco hacia la comida y hacia el propio cuerpo.
Finalmente, algunos datos recientes indican que la sensibilidad al asco interfiere con el placer sexual y parece estar implicada en varias disfunciones sexuales relacionadas con el deseo sexual (deseo sexual hipoactivo, etc.), la excitación sexual y la aversión al sexo y el vaginismo. El asco podría estar implicado en muchos otros trastornos mentales, aparte de los aquí indicados. Es posible también que las implicaciones del asco no se reduzcan al campo de la psicopatología y la Psicología clínica, sino también a otros ámbitos de la Psicología. Las variantes de asco interpersonal y sociomoral pueden asociarse a fenómenos de rechazo social (racismo, marginación, rechazo de personas enfermas, etc.) y a cuestiones de tipo moral (incesto, abuso infantil, homosexualidad, etc.).
Nos encontramos ante una nueva frontera que afecta a la Psicología clínica y de la salud y a otros campos de la Psicología. Es posible que muchos trastornos de ansiedad tengan más relación con reacciones de asco que con las propias reacciones de ansiedad o miedo. Algo similar podría ocurrir con otros trastornos mentales. Si esto es así, es necesario modificar muchos de los presupuestos aceptados actualmente tanto para la psicopatología como para el tratamiento de un amplio rango de trastornos mentales. Así mismo, esto implica que los tratamientos de muchos trastornos podrían beneficiarse incluyendo en los protocolos componentes dirigidos a corregir las respuestas de asco. Aunque esto ya ha comenzado a llevarse a cabo para algunos trastornos (fobias y TOC), los datos son aún preliminares y deben extenderse a otros trastornos mentales. Otro reto de esta nueva frontera consistiría en (a) delimitar conceptual y empíricamente los tipos de asco y sensibilidad al asco de otros constructos psicológicos emparentados, tales como la sensibilidad a la ansiedad, el afecto negativo, la ansiedad y el neuroticismo, y (b) clarificar qué tipos de asco o sensibilidad al asco se asocian a qué tipos de síntomas y trastornos mentales. Datos iniciales sobre esta cuestión han sido publicados recientemente por nuestro grupo (véase Sandín et al., 2008).
Hace 6 años
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