Si bien el concepto de empatía tiene una larga tradición en Psicología con autores como Allport, Hoffman o Eisenberg, su interés se ha incrementado en las últimas décadas por considerarse como un importante motivador de la conducta prosocial y un fuerte inhibidor de la conducta agresiva. El bestseller de Goleman sobre Inteligencia Emocional y otros estudios sobre autoregulación, sobre desarrollo prosocial o sobre agresividad, concluyen que la empatía, en su doble dimensión: como capacidad para ponerse en el lugar del otro (dimensión cognitiva) y como unos sentimientos orientados al estado de necesidad de la otra persona (dimensión emocional), desempeña una función central en la activación de conductas de ayuda y conductas adaptadas, y a su vez, inhibe las tendencias agresivas y egoístas, en definitiva facilita la adaptación social e inhibe la desadaptación en las relaciones sociales.
Estudios realizados en población adolescente en diferentes países confirman el efecto positivo de la empatía en la conducta prosocial; mientras que la inestabilidad emocional y la frialdad emocional alcanzan el mayor poder predictor en la conducta agresiva y antisocial, en todos estos estudios el género es un factor modulador importante de estas conductas.
El presente estudio pretende aportar resultados objetivos que muestren la diferencia o similitud entre varones y mujeres adolescentes en los procesos implicados en la empatía, tanto cognitivos como emocionales. Los resultados obtenidos en función del sexo y la edad de la población evaluada deberán ser considerados en los programas educativos dirigidos al desarrollo de la empatía y la conducta prosocial como inhibidoras de la agresividad.
Para ello, se ha contado con 505 adolescentes (242 chicos y 263 chicas), de edades comprendidas entre 13 y 16 años, que han sido seleccionados aleatoriamente de los colegios públicos (30,3%) y concertados (69,7%) de la Comunidad Valenciana.
Todos los participantes del estudio cumplimentaron el Índice de Empatía para Niños y Adolescentes -IECA (Bryant, 1982; Mestre, Pérez, Frías, y Samper, 1999), y el Índice de Reactividad Interpersonal -IRI (Davis, 1980; Mestre, Frías y Samper, 2004), que evalúan las dimensiones cognitivas y emocionales de la empatía.
Los resultados mostraron diferencias significativas entre los chicos y las chicas adolescentes en la capacidad para sentir las emociones de los otros (empatía emocional) y en la capacidad cognitiva para comprender las emociones de la otra persona (empatía cognitiva), siendo las mujeres más empáticas que los varones de su misma edad en los dos momentos evolutivos. Además, con el paso del tiempo dichas diferencias se incrementaron notablemente. Si bien las diferencias en función del sexo se constatan en todos los componentes de la empatía, éstas se acentúan en el componente emocional, es decir, en los sentimientos de preocupación por la otra persona.
En las dos evaluaciones realizadas las mujeres puntúan más alto que los varones en la capacidad para ponerse en el lugar del otro y también en los sentimientos orientados hacia la otra persona que se encuentra ante un problema o necesidad. Por tanto, las diferencias en función del sexo no se sitúan únicamente en el ámbito emocional, sino también en la capacidad para comprender el estado y situación del otro y ponerse en su lugar.
Las implicaciones estos resultados podrían relacionarse con el estudio de conducta prosocial e inhibición de la conducta antisocial y el denominado bullying (Jolliffe y Farrington, 2004, 2006), donde también se manifiestan las diferencias por sexo. Así, las personas con niveles bajos de empatía parecen tener problemas para vincular su conducta antisocial con las reacciones emocionales de los otros. Por otro lado, los varones suelen tener mayor probabilidad de manifestar bullying violento en comparación con las mujeres.
En definitiva, las mujeres parecen ser más empáticas que los varones de su misma edad, resultado que debería tenerse en cuenta en los programas educativos orientados a mejorar la disposición prosocial y la interacción social positiva e inhibir la conducta agresiva. En un momento en que cada vez son mas frecuentes las conductas violentas en diferentes contextos, el desarrollo de la empatía en el ámbito familiar y escolar puede ser un importante inhibidor de dichas conductas y actuar como un factor de protección.
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