En el Journal of Adolescent Health, se ha publicado recientemente un estudio que concluye que los adolescentes de EEUU con sobrepeso, ya sea real o percibido, presentan un mayor riesgo de intento de suicidio.
En este trabajo, realizado por el equipo de Monica Swahn de la Universidad Estatal de Georgia, durante 2007 un total de 14.401 estudiantes de diferentes centros de enseñanza secundaria de EEUU autoinformaron sobre diferentes aspectos relacionados con la obesidad y el comportamiento suicida.
Los datos empíricos que arroja este estudio son, en cierto sentido, bastante alarmantes, puesto que hasta un 33% de los adolescentes que presentaban un peso por encima de lo normal reconoció haber intentado suicidarse al menos una vez, lo que se traduce en que un 45% de aquellos adolescentes con un sobrepeso, tanto objetivo como percibido, tienen un riesgo mayor de suicidio frente a aquellos que presentan un peso normal. La relevancia clínica y social de estos índices es aún mayor si se tiene en cuenta que la prevalencia de sobrepeso u obesidad en niños y adolescentes es cada vez mayor.
Sin embargo, si se profundiza un poco más, lo alarmante de estos resultados sería que el mayor riesgo de suicidio no sólo afecta a aquellos chicos con un peso objetivamente por encima el adecuado, sino también aquellos que creen tenerlo.
En este sentido, el ideal de belleza que impera en la sociedad actual, y la presión social existente para alcanzar dicho ideal podría explicar parcialmente el porqué de este comportamiento autolesivo. Así mismo, el estigma y rechazo social, real o percibido, que estas personas pueden experimentar también podría contribuir a explicar estos datos. No obstante, también son importantes otros factores como la autoestima, la capacidad de manejo de ciertas emociones negativas, los problemas o el estrés, puesto que podrían influir en ser más o menos vulnerable a emitir dicha conducta.
Consecuentemente, habría que plantearse varias vías de actuación. Por un lado, es importante desarrollar programas de educación para la salud para prevenir el sobrepeso, desarrollando un estilo de vida más saludable (hábitos de alimentación y de práctica de ejercicio físico). Sin embargo, además habría que desarrollar programas destinados a fomentar una autoestima y un autoconcepto positivo no basado únicamente en el aspecto físico, así como a desarrollar estrategias de afrontamiento a los problemas más efectivas y saludables y de manejo de emociones negativas y del estrés. Del mismo modo, es también importante destinar esfuerzos para prevenir la aparición del rechazo social de los otros compañeros para minimizar el impacto del posible estigma social asociado al sobrepeso y obesidad y fortalecer los factores familiares y sociales.
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